20/04/2021
El mal tiempo por la Cordillera nos lleva a conocer una tierra pobre pero hermosa, donde la arquitectura de sus pueblos se mantiene intacta y donde el Duero, con el transcurso del tiempo, ha labrado una sucesión de cañones entre España y Portugal a lo largo de 200 kilómetros.
Arribes, arribas o arribanzos son los términos que denominan al profundo cañón formado por el río Duero, en su tramo final cuando se ve obligado a superar la barrera que se interpone en su camino hacia el mar (Arribes no solo hace referencia al río Duero, así mismo se emplea para referirse a las depresiones, entre otras, del Esla o el Tormes).
Para entender algo de este vocablo de lengua asturleonesa, derivado del latín "ad ripa-ae" (que significa "junto a la orilla"), habría que remontarse al Palezoico, cuando las grandes masas continentales del planeta se fusionan y crean Pangea, cuya litosfera está formada por placas de granito, pizarra y cuarcita y donde hoy se asienta la Meseta Central.
El levantamiento en el Cenozoico del este Peninsular (que generó que la mayoría de grandes ríos -incluido el Duero- desemboquen en el Atlántico) y la profunda erosión generada por el Duero en su salida de la Meseta creó un profundo cañón (los Arribes) que recorre 200 kilómetros y sirve de separación geográfica entre España y Portugal antes de lanzarse por tierras portuguesas hacia el mar.
Pero antes, el Duero, al igual que el Esla, forman cañones similares por las tierras del noroeste de Zamora entre las comarcas de Sayago, Aliste y Tierra del Pan que son los Arribes que hoy pretendemos conocer.
A Villadepera accedemos desde Pino del Oro cruzando el Duero a través del Puente de Pino (llamado comúnmente Puente de Requejo).
Cuando aparcamos en Villadepera (que se encuentra dentro del Parque Natural de Arribes del Duero), el pueblo aparece bañado por una intensa luz que hace que la piedras de granito, con las que antiguamente levantaban sus casas, brillen hasta cegarnos.
No solo la piedra sería el material utilizado construir casas, el granito, el elemento más extendido y más económico, también fue utilizado para crear las "cortinas", los muros de separación entre fincas que han perdurado hasta nuestros días y por los que, al abandonar el pueblo, caminamos al encuentro del río.
Por un sendero perfectamente balizado y definido por el paso de muchos caminantes, accedemos al cañón, cuya primera visión de río calmo y atrapado entre paredes verticales de roca, nos sorprende.
Sin llegar al agua, el sendero corre paralelo al río, entre una apabullante frondosidad de bosque típicamente mediterráneo, ofreciendo distinto miradores para contemplarlo.
El río curvea a la izquierda y nosotros junto al él, buscando nuevos puntos de vista, mientras que en el cielo, buitres y águilas buscan térmicas que les permitan ganar altura.Cerca del mirador de Peña de la Centigosa, aparece ante nuestra vista el Puente de Pino sobre un Duero que rebosa tranquilidad.
La misma que disfrutamos desde su mirador y por el camino que entre grandes ejemplares de encina nos acerca hasta Villadepera.
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