Sobre la cima del Pico del Prado del Toro |
Bosque de avellanos de La Biesca |
6/10/2020
Ultima tarde antes del confinamiento perimetral de la ciudad de León.
Cogemos los bártulos necesarios y después de comer salimos pitando hacia un Boñar que nos recibe con más nubes de que claros.
El embalse conserva buena reserva de agua a pesar de ser final de un verano seco. Bordeamos sus orillas, fijando nuestras miradas sobre el imponente Susarón, a la vez que vamos incubando una morriña por los días venideros que tendremos que pasar semi-encerrados.
En la cola del embalse se encuentra el desvío que nos conduce a San Cibrián de la Somoza y Solle.
Solle es final de carretera. Un pueblo que como todos los pequeños pueblos de montaña, después del periodo vacacional, nos recibe con la tranquilidad propia de cualquier camposanto y el cual es preciso cruzar en su totalidad para alcanzar el inicio del sendero circular que nos lleva hacia el avellanal de La Biesca.
El sendero remonta el estrecho valle, por el que desciende el arroyo de la Llosa, hacia el puerto de Linares, al que no llegamos, ya que un par de desvíos a la derecha nos llevan hacia el avesedo del Pico del Prado del Toro, la pequeña cima que se levanta sobre el bosque de avellanos.
Ganamos altura y como siempre ganamos vistas. En esta ocasión hacia el omnipresente Susarón que nos muestras sus elegantes aristas y a sus espaldas algunas de las cimas de San Isidro.
Entramos en La Biesca, el bosque de avellanos que se vanagloria de ser el mayor de Europa, por un ancho camino que lo cruza formando un túnel continuo hasta el collado próximo a la pirámide cimera del Pico del Prado del Toro.
En su interior, la cúpula verde contrasta con la alfombra multicolor formada por millones de hojas que se incrementarán en los próximos días y de las que no podremos disfrutar.
Pocos metros hay desde el collado a la cima del Prado del Toro, el excelente mirador hacia el valle del Porma, de sus cimas aledañas y del propio embalse.
Aguantamos en su cima, a pesar del molesto viento que corre, disfrutando de ese cambio de luz donde las sombras toman poderío, hasta que el reloj nos marca la hora en la que es preciso descender si no queremos tirar de frontal.
La pantera de Solle |