29/05/2010 (Recuperada del baúl de los recuerdos)
La temperatura del agua aún no invitaba al baño, el "refrior" de las largas noche de invierno se conservaba en sus capas profundas, pero ese día las aguas del embalse de los Barrios de Luna pedían a gritos ser paleadas con el kayak.
Una lámina plomiza que mi embarcación cortaba con suavidad, al tiempo que me desplazaba hacia una pequeña bahía en la ladera norte del Pico de la Cruz. Una cima sin apenas referencias en el entorno montañero y bajo la cual se tienen unas vistas excepcionales del embalse de Luna y de las montañas adyacentes.
Antes, entro en otra cala donde la espadaña de la iglesia del desaparecido Lagüelles, sobresale de las aguas en un intento de llamar la atención, de mostrar el lugar donde los vecinos de Lagüelles tuvieron sus raíces, que el progreso y el bien común, cortaron de raíz.
Ahora los prados norteños del Pico de la Cruz solo son recorridos por caballos y vacas y por los ganaderos cuando van de recogida. Por ello, intento buscar los campos despejados camino de la cumbre que se gana con facilidad.
Desde la cima del Pico de la Cruz se podría continuar por la cresta y descender hacia Mallo de Luna entre el sabinar, o retroceder por la arista y buscar la cabecera del valle del Cuartero para recorrerlo en su totalidad.
Pero lo que ese día me apetecía era disfrutar de las vistas, del sol que inundaba el valle y dejar correr la imaginación, trazando las líneas de una historia que fluyera mansamente entre aguas cristalinas.