Hace veinte años, cuando vivíamos en Lugo, Ancares era el campo de juego donde se desarrollaba nuestra actividad. Hoy, después de más de 15 años, Ancares nos resulta un macizo totalmente desconocido.
No porque hayan cambiado las montañas de lugar, talado sus bosques o agregado infraestructuras. Más bien porque nuestras cabezas no llegaban a recordaba la grandiosidad de estas viejas montañas, la profundidad de sus valles y la frondosidad de sus bosques.
A pesar de ser verano (eso dice el calendario) el paisaje se muestra verde, y a pesar de salir tarde, una ligera capa de nubes nos permite realizar nuestro ascenso sin sofocos.
Desde el puerto de Ancares, por un sendero perfectamente marcado, partimos a eso de las cinco y media, en busca de la cima y de la luz cálida del atardecer.
En la cima viento y durante el descenso, la niebla entra por la ladera norte y nos envuelve, creando un ambiente fantástico.
Hay que volver a recorrer estas montañas.
Valle de Ancares desde el puerto.
El puerto de Ancares 1.669.metros
El Miravalles, otro grande del lugar.
El circo de la norte del Cuiña.
Las lagunas ya se encuentran a la sombra.
Rebeco.
Cima!!!
En el descenso aparece la niebla.