Tejo milenario en el bosque de El Teixo |
29/10/2020
Apenas seis kilómetros y cuatrocientos metros de desnivel para internarnos en un bosque mágico, más propio de película del Señor de los Anillos, que de un mundo en el que gracias a las redes sociales apenas queda rincón sin fotografiar.
Pienso que soy uno de los pocos afortunados que habremos pisado esos rincones fríos y oscuros del Alto Sil y si me atrevo a ponerlo en este blog es siguiendo el consejo de Manuel Azaña que decía: "la mejor manera de guardar un secreto es escribirlo en un libro".
Desde el camino que asciende hacia las brañas de San Justo, El Villar de Santiago aparece como un pueblo grande donde el blanco de sus fachadas refulge en esta fría mañana.
Ancho y cómodo camino hasta la braña, donde sorprende nada más entrar su ermita. La única braña en el Alto Sil que tiene una ermita entre sus cabanas y que según viejas leyendas albergó los restos del eremita Justo como ya conté en su día.
Después de hacer unas fotos de la braña y su ermita, vuelvo al camino que me lleva hacia las brañas del Teixo. Ocultas en medio de la vegetación y unas cuantas en ruinas, son la puerta de entrada hacia el bosque del Teixo, el lugar mágico, donde mis pasos se pierden a cada momento en busca de las cascadas del arroyo de San Justo y de los tejos milenarios.
La hoja aún se resiste a caer en este perdido rincón y la profusión de colores realza el paraje con tantos verdes que cualquier pintor tendría que estar años mezclando colores en su paleta para dar con esta variedad cromática.
La cascada desciende embravecida después de las últimas lluvias y da paso a un lugar oscuro donde un pequeño grupo de tejos (que si no son milenarios, han de tener muchos, muchos años) de impresionante porte, se entremezclan con abedules.
El bosque se deja caminar y entre rodales de tejos jóvenes y otros medianos, alcanzo un nuevo arroyo; el arroyo Zaramal.
Comenzamos a descender, por praderías que dan vistas a parte de las montañas de Laciana y de la vecina Babia, hasta volver al punto donde un árbol y una valla de piedra nos recuerdan que acabamos de cerrar círculo y solo es preciso descender hacia la braña de San Justo y a El Villar de Santiago.
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