Peña Vendimia y Nevadín por la Braña de San Justo y descenso por el valle de Vivero


Ermita de San Justo

22/09/2017
De nuevo la cima es la escusa para recorrer los valles lacianiegos.

El Villar de Santiago es la puerta de entrada hacia el valle de San Justo, lugar donde se encuentra la braña del mismo nombre y única braña en Laciana, que posee una ermita.

El valle de Justo fue en otro tiempo un lugar de aislamiento, meditación y oración. 

Se cuenta, que en la ermita de San Justo, están enterrados los restos del eremita Justo. 

Esos mismos ecos, hablan de un hombre -los del pueblo lo consideran santo- que llegó a los montes de El Villar buscando un espacio donde recluirse del mundo.

Con la ayuda de la caridad de los vecinos que le proveían de alimentos, Justo construyo un chozo en el valle junto al río y pudo llevar una vida dedicada a la meditación y oración.

De esa forma fueron pasando los días para Justo, hasta que la muerte le liberó de ese aislamiento. 

Se cuenta, que las personas que encontraron su cuerpo sin vida, descubrieron en su puño cerrado un papel, donde Justo dejó escrito que ese hombre solitario que llego a El Villar de Santiago buscando la soledad, no era otro que el hijo del rey de Persia.

Llego a El Villar de Santiago desde el puerto de la Magdalena. En su larga calle principal es complicado aparcar a primera hora. 

Para acceder al valle, es preciso cruzar el río por un altivo puente de origen medieval. Una ancha pista con balizas nos indican el camino a la ermita, que va ladeando el monte hasta que de repente gira noventa grados a la izquierda y nos mete de lleno en el valle de San Justo.

Poco caminamos hasta llegar a la braña de San Justo. Rodeado de pastos, por el que cruza el río, una amplia construcción y junto a ella la ermita. La ermita de San Justo que hace pocos años fue reconstruida por los vecinos de El Villar.

Justo eligió un buen lugar para asentarse, hoy lo sería para hacer una espera y encontrar alguno de los osos que merodean por la zona. Pero en mi caso es necesario que me ponga en marcha si quiero llegar hasta Vivero.

El camino sigue en continuo ascenso, se introduce en el valle y antes de llegar a su cabecera, gira a la derecha hacia la arista que separa el vallle de San Justo del de Brañaronda.

Los Chanos de la Muezca, esa amplia y despejada arista, que conduce al collado de igual nombre se hace  pesado al caminar. 

En el collado de la Muezca la visión de una más cercana Peña Vendimia (en ING Peña Grande) me da fuerzas para acelerar el paso. Las proximidades a esta cima me permiten la visión del valle de Brañarronda, así como de la braña las Murias.

Peña Vendimia es un excelente mirador de las montañas de Laciana, Babia, Omaña y el Bierzo.

Sin apenas perder altura supero la cresta rocosa que separa las cimas de Peña Vendimia del Nevadín.

Otro nuevo valle bajo mis pies: el valle de Vivero.

Se hace largo, porque lo es y porque el sol hace rato que aprieta. 

Un valle que ya no es Laciana (es Omaña) y que me muestra ligeras diferencias (valle más amplio y sin tanta profusión de arbolado).

Vivero lo conocí un día de invierno que vine a ascender el Nevadín. Una mañana en la que lucía un radiante sol, pero que por su posición, entre altas montañas, no permitía la entrada de ningún rayo de sol.

Esta tarde la impresión es muy distinta. La luz se refleja en los tejados de Vivero y a punto esta de cegarme cuando entro en sus calles.

Como es habitual, la unión entre Vivero y El Villar, con la bici.  

El Villar de Santiago
En la parte baja del pueblo se encuentra el camino hacia la ermita.
Señalizado con balizas.
Un bonito puente medieval nos permite cruzar el río sin problemas.

El valle de San Justo.


Braña de San Justo



La ermita donde se suponen están los restos del eremita Justo.




De la braña del Teixo solo encontramos los estos de algunas construcciones. 
Me doy una vuelta por los alrededores, pero no encuentro ningún tejo.
Para alcanzar los Chanos de la Muezca, es preciso seguir la pista que ha pegado un giro de noventa grados a la derecha y asciende sin tregua. Unos poderosos robles se encuentran a los lados del camino.


Los Chanos de la Muezca nos permiten una excelentes vistas de los Muxiven, Cornón, Cornín, ...
de las Ubiñas,....
las montañas de Babia, ...
y de todo el conjunto.
Del otro lado, Peña Vendimia.
Collado de la Muezca. Peña Vendimia y el Nevadín.
Y el valle del arrollo Vivero.
El valle se cierra con las cimas de Dos Hemanas (la pirámide con tintes rojizos de los arándanos) y el Nevadín (fuera de la imagen). A la izquierda el Tambarón, en el centro Catoute (con forma de aleta de tiburón) y más a la derecha sobresaliendo de la loma una de las cimas del Valdeiglesias.


Brañaronda, el valle que guarda en el interior de esa espesa mancha de árboles una buena colección de tejos.
Cima de Peña Vendimia


Nevadín.
Valle de Vivero.

El Nevadín.
Más a la derecha, el Miro Rabón la cima que conocí hace unas semanas.
Por la izquierda destacan: La Reveza y Catoute.
En el centro: El Valdeiglesias.
Cima del Nevadín. Muy distinto a cuando estuve en febrero.
Arandaneras
Cabecera del valle de Vivero.

Braña de Vivero. Muy pocas cabañas y algunas abandonadas.


Vivero.

Unos 18 kilómetros y 1.027 metros de desnivel. Seis horas y media de marcha y veinte minutos de bici.
Vivero-El Villar, por carretera y casi todo en descenso.


Otro reportaje sobre eremitas 

Valle del Silencio 

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