13/11/2020
El día que descendíamos por el valle de Muñenes hacia Polvoredo, me fijé en la silueta del Pico Lázaro que se mostraba al frente. Una línea de cuarcita que en su vertiente oriental desplomaba sobre el bosque de la Zapatería y que contrastaba con los pinos de repoblación que cubría su otra ladera.
Estando por la zona, había visto que desde el collado de los Cerezales o desde el de Lois, ascender a la cima iba a ser una travesía a través de un mar de escobas difícilmente navegable que exigiría mucho esfuerzo. El día de Muñeres pensé que recorrer esa arista bien valdría el tener que pagar ese peaje.
Por ello, dejo el coche en el pequeño aparcamiento a la entrada de Lois y comienzo a caminar por sus calles, bajo las torres de la Catedral de la Montaña que aguardan los primeros rayos de sol para mostrar las tonalidades de su jaspe rosado y de la Casa del Humo, que según parece habían olvidado encender la lumbre.
La Hoz, el estrecho por donde descienden con rapidez las aguas del río Dueñas, es la antesala del robledal por el que asciendo hasta el collado del los Cerezales.
No llego hasta él, unas praderías recién desbrozadas (en parte) me permiten ganar con facilidad y rapidez los canchales anteriores a la arista, donde las vistas hacia las montañas de Riaño se muestran increíbles, al igual que hacia el grupo de los Mampodres.
La arista de cuarcita resulta incómoda, pero al no ser muy larga pronto estoy en cima.
A lo visto en el primer tramo de arista, desde la cima se añade todo el valle de Valdeburón, las montañas de la Reina, las Palentinas y cerrando fondo los murallones de Picos.
El día llama al relax, a disfrutar de la cima, mientras desde las alturas busco nuevas propuestas.
Descenso sin problemas hasta el collado de Lois (donde curiosamente estaban desbrozando los lindes de la valla que separa los municipios).
A principios de año pasé por este mismo collado hacia Llorada y al igual que ese día, recorro un hayedo sin hojas, donde la luz se cuela en todos los rincones y rompe parte de la magia del bosque.
El ganado ha descendido a valles más bajos y Llorada rebosa silencio, como preparándose para recibir las primeras nevadas. Por eso, cuando cruzo una cancela ganadera y vuelvo a cerrar la portilla no puedo menos que decir: hasta el año que viene.
Panorámica con detalle.
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