Tosande




13/04/2017
Hoy es fácil recorrer la Tejeda de Tosande. Cartel indicador, aparcamiento, ruta balizada. Y dentro del hayedo que la alberga; escalones y pasarelas de madera.

Todo un despliegue para el que parece ser, el recorrido senderista más concurrido y popular de la provincia de Palencia.

Muy distinto a la primera vez que lo visitamos. En aquella ocasión (hace más de veinte años, casi treinta) no había nada: ni aparcamiento, ni carteles, ni balizas. Difícil resulto dar con un vecino en Dehesa de Montejo que nos diera una correcta explicación del camino que teníamos que coger, que era preciso cruzar la vía del tren por debajo, o que al llegar al valle había que subir por el hayedo que hay a la izquierda. Aquella vez, la primera que nos acercamos, conocimos el valle de Tosande en su totalidad, pero tejos no vimos ni uno.

Situado en la Montaña Palentina, dentro del parque natural Fuentes Carrionas y Fuente Cobre, el valle de Tosande alberga una tejeda excepcional, no solo por la cantidad de tejos existentes (se tienen inventariados casi ochocientos) sino por por el tamaño de muchos de sus ejemplares. 

Un tejo es un árbol especial. Por la extraordinaria longevidad de la planta, por su toxicidad (todo menos el anillo carnoso de su fruto), por las propiedades de su madera y porque raramente forma bosquetes. 

Unas características que hicieron que ciertos pueblos lo veneraran como un ser inmortal.

En la carretera Guardo-Cervera de Pisuerga, a la altura de Dehesa de Montejo, encontramos un cartel que nos indica la Tejeda de Tosande. Un aparcamiento y una zona recreativa al inicio del camino, que desciende de inmediato para cruzar la vía del Tren. La pista busca la entrada del valle de Tosande, por un estrecho al principio y con posterioridad entre bosque de robles. El valle es bonito, sobre todo con un día como el de hoy que hace brillar la caliza al fondo. 

No lo recorreremos, en su inicio, torcemos a la izquierda, hacia el hayedo. Con bravura y decisión el camino asciende, sin darnos tregua, hasta colocarnos a nivel de los tejos, donde por un entramado de pasarelas de madera, caminaremos entre ejemplares soberbios. Supervivientes de otras épocas que aguantan el paso del tiempo retorciendo sus troncos hasta darles formas fantasmagóricas.

Superado el rodal, salimos del bosque y llegamos a un mirador. 

El camino desciende desde este punto a encontrarse con la ruta de subida.

Nosotros decidimos voltear y volver a acercarnos a los viejos tejos, a cruzar el hayedo y comer el bocata en el valle.


El valle de Tosande desde el aparcamiento.
Pasamos bajo la vía del tren
La pista va entrando en el valle.


El paso se estrecha.


El valle de Tosande
A la izquierda, el hayedo donde se encuentra la tejeda.
Con una ascensión potente.
Uno de los primeros tejos. En el bosque desnudo de hayas.




El sendero pierde pendiente y comienzan a verse los grandes ejemplares.






Cientos de años acumulados dentro de su corteza. Lo que no habrá visto ese ojo!
La pasarela tiene como finalidad proteger los nuevos brotes que puedan salir y evitar que pisemos las raíces. En los días de caza (que obviamente se cierra el circuito para peatones) creo que los perros y cazadores hacen buen uso de estas pasarelas. 






El mirador.
No se ve el valle pero si una parte del Curavacas.











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