Nuestra particular aventura con la Colegiata de Cantamuda viene de lejos.
No llego a recordar que nos había llevado a ese valle. La visita a San Salvador sería un complemento a alguna actividad por la zona. La cuestión era que nos encontrábamos delante de la iglesia, con nuestra guía Periplo sobre el Románico en España. Después de leer su descripción, nos dispusimos hacer unas diapos (aún quedaban muchos años para la fotografía digital), cuando la cámara se apagó y quedó iluminado el dial que indicaba que las pilas habían muerto.
Sin pilas de repuesto, y sin ninguna posibilidad de comprarlas por los alrededores, abandonamos la zona con rabia de no poder hacer nuestras fotos.
Mucho tiempo hemos tardamos en volver a Cantamuda, mucho ha cambiado el entorno y mucho hemos cambiado nosotros.
La que en apariencia permanece igual que en mi recuerdo, es la espadaña de San Salvador de Cantamuda. Un nuevo alarde constructivo para esta simpática colegiata de la antigua comarca de la Pernia.
El románico siendo el primer arte universal, nos sorprende en cada rincón con una nueva maravilla, una nueva originalidad que la diferencie de sus vecinas. La esbelta espadaña invita a acercarse a esta localidad a conocerla. El viajero que lo hace no se siente defraudado.
Con planta de cruz latina, tres ábsides semicirculares y una sublime espadaña, a la que se le adhiere una torre que contiene la escalera de caracol de acceso al campanario.
La nave única, junto al transepto, da una sensación de amplitud. Posiblemente venga originado por el apuntalamiento de arcos y bóvedas.
Hoy no tendremos problemas de pilas. Disponemos de los medios y del tiempo para disfrutar de esta iglesia montañesa que mira de igual a igual a las cimas que la rodean.
Cuenta la leyenda que no muy lejos de San Salvador de Cantamuda tenían su castillo los condes de Penia. En conde gustaba de guerrear, pero cuando volvía a sus territorios padecía del mal de celos. Una noche, al regreso de alguna de sus campañas, creyó encontrar a su mujer con su amante. Y aunque no se encontró con los pecadores, decidió echar a su mujer del castillo. Para ello, la ato a una mula (a la mujer) y junto a una criada muda las puso de patitas fuera del castillo. En su peregrinar por la noche, la mula, la mujer y la criada muda cayeron por un precipicio. Pero con tan buena fortuna que no les paso nada. Al amanecer el conde recapacita y sale en busca de su mujer que la encuentra "despatarrada" pero con vida, contando a los vecinos que han acudido a su auxilio, que había sido un accidente, mientras que la mujer cuenta lo realmente sucedido. Será la sirvienta muda (que en ese momento recupera la voz) la que verifique la historia de la señora.
Arrepentido de su hacer, y para salvar su alma, el conde realiza importantes donaciones a la iglesia y la condesa ordenará la construcción de una colegiata: La Colegiata de San Salvador de Cantamuda.
En algunas partes vemos que se utiliza el sillar mientras que en otras se coloca la piedra sin trabajar, como torre circular.
Hay que imaginar la colegiata sin el pórtico. Este es un añadido que se construyó en la segunda mitad del siglo XVI.
Bajo la espadaña se abre un gran arco de descarga, en el que se incluyen un sencillo ventanal y una puerta.
Un altar soportado sobre siete pequeñas columnas, con gran decoración en sus capiteles.
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