19/01/2021
A punto de rozar los 1900 metros de altura, la mastodóntica pirámide del Susarón se alza entre el valle de Puebla de Lillo y las aguas del embalse del Porma.
No parecía el día más apropiado para ascender a esta cima mientras circulaba por los alrededores del embalse, envuelto en una espesa niebla que no dejaba ver más allá del morro de mi coche.
Pero como por arte de magia, según entro en Puebla de Lillo, la niebla comienza a retirarse y veo como un esplendoroso Susarón comienza a emerger entre la bruma.
Seguimos con una nieve a la que no se le dan las condiciones para transformarse, por lo que caminar sobre ella, aunque lleves raquetas, resulta un trabajo arduo y agotador.
Afortunadamente para mi, parece que el sendedo de la Cervatina ha sido muy frecuentado los días anteriores y el estrecho sendero donde han pasado los raqueteros aparece compactado, lo cual favorece mucho mi avance.
No dura mucho mi suerte, ya que a la altura de El Piñuelo abandono el camino de la Cervatina, cruzo el arroyo de la Patina y me encamino por un barranco hacia la cima del Susarón.
Y a partir de ese punto se intercalan tramos de nieve blanda, con alguno de nieve más compactada, hasta que alcanzo El Pradico y el final de la arista que baja de la cima y que por efecto del viento aparece en gran parte barrida por el viento.
El mismo viento que me acompaña durante la subida y el que se encarga de despejar parte de las nieblas que aún persisten sobre las aguas del Porma.
Cima sobre uno de los mejores miradores del Porma (para mí, el mejor es Peña Armada) que hoy apenas sobresale unos metros de la niebla.
Unas vistas veladas por la niebla que el viento se encarga de mover y que abarca desde las montañas del Curueño hasta las Palentinas, aunque mi atención queda centrada sobre la cercana Peña Armada que refulge sobre las brillantes aguas del embalse.
El viento desaconseja comer el bocata en la cima, por lo que deshago el camino por mis huellas, desciendo por la arista y busco la protección de los bosques, donde el viento cesa y el silencio de apodera del lugar y el único sonido que se escucha será el crujido de la nieve bajo mis raquetas.
Camino hasta de nuevo la senda de la Cervatina, que con su camino marcado me ayuda a volver más comodamente a Puebla de Lillo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario