15/08/2017
No alabes el día hasta que la noche no lo dé por concluido.
Vuelvo al bosque de La Cervatina. A disfrutar del rodal de tejos que esconde en sus entrañas. Un grupo de tejos de proporciones notables incrustado dentro del hayedo.
En Puebla de Lillo cambio el coche por la bici y continuo por la carretera del puerto. Un par de kilómetros, quizás tres, que me ayudan a calentar las piernas, antes de tomar el desvío a la izquierda para seguir por la pista que se interna en los valles de Iyarga y Rebueno.
Miro de reojo hacia la ermita de Pegarúas, la guardiana del valle de Rebueno, por el que ahora entro. Y ruedo por el valle, deseando que todo el camino fuera una larga recta llana por un valle sin fin.
Desvío a la izquierda. Dejo el valle y entro en el hayedo, de repente, con fuerza por duras rampas que me hacen pifiar.
El hayedo esta seco, como toda la montaña, como todo León. Y muchas hayas mantienen las hojas quemadas por la gran helada tardía de esta primavera.
Las rampas ceden en medio del bosque, antes de volver a la carga. Un nuevo cruce a la derecha y un cartel informativo que me indica que la tejeda esta próxima.
Es pronto, he tardado algo menos de una hora. Los primeros caminantes aún tardarán en llegar. Cuando entro en el vallado que protege a los tejos de los herbívoros, se que lo podré disfrutar con tranquilidad. Y durante más de una hora, lo recorro fotografiando sus tejos y teniendo cuidado de no pisar los brotes que crecen por todas las partes.
Salvo alguna pequeña rampa, todo lo que me queda hasta Puebla de Lillo es descenso. Por ello, tiro de frenos en un intento de prolongar la mañana y disfrutar de los contrastes de luz entre las hayas, de las ventanas que se abren hacia los valles y de algún recodo, como la fuente del Obispo, que dispone de un banco junto a su fuente.
En las proximidades de Lillo me cruzo con grupos de caminantes de coloridas camisetas.
No alabes el hospedaje hasta que la mañana despierte.
Puebla de Lillo con su torreón hoy convertido en centro de interpretación.
El Susarón.
No tenía pensado superarlo.
Valle de Rebueno.En los sueños de cualquier biker hay un valle como este que se prolonga cientos de kilómetros.
El hayedo.
Ya en la tejeda.
De vuelta.
De nuevo el Susarón.
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