Hoy caminamos por un bosque cercano a nuestra nueva casa, entre Paignton y Torquay.
Una fina lluvia vela nuestra vista cual cataratas. El paisaje emana tristeza, y el silencio se perpetúa por todo el bosque como un grito mudo.
Como si la naturaleza se preparara para ser sepultada por un manto de niebla, por el frío del invierno, o por la soledad de las largas noches de novilunio.
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