Segundo día por los alrededores de Tarna.
Hoy nos vamos hacia Vega Pociello, las praderas que hay bajo el Canto del Oso.
Cuando miré la descripción de la ruta por internet, pude ver que en todas, el recorrido se inicia desde un lugar distinto del que nosotros lo hicimos hace muchos años. El punto al que me estoy refiriendo es una zona de curvas en donde existe una mesa con un banco y un cartel explicativo. Y el camino que vamos a seguir comienza unos pocos metros más abajo de este y con dirección a Pendones.
De nuevo entre árboles.
Descendemos en busca del río.
Estamos en el Nalón.
Caminamos hacia unas hoces de roca.
Hace años solo había un tronco y claro, hacías equilibrios o te descalzabas.
Pero que bonito es esto!!!!!
Vamos Martín!
Al poco nos incorporamos con el camino "oficial" a Vega Pociello.
El camino asciende continuamente.
Cueto Negro.
Llegamos a las majadas de la Ablanosa.
Las rocas del alto pertenecen a la cuerda del Cantu del Oso.
Y del pilón parte el camino que nos llevará a través del bosque de Fabucado a Vega Pociello.
Fabucado, de dónde vendrá ese nombre. Hasta hace poco tiempo el recorrido que estamos haciendo requería un permiso. Hoy ya no es necesario.
Si, vamos a sentarnos aquí en medio del bosque a escuchar sus sonidos.
Entramos en Vega Pociello. Nos inundamos de luz.
Los dos pastorcillos.
Nos acercamos al arroyo que tiene bastante agua a pesar de las fechas en que estamos.
Qué tenemos para comer??? Empanada.
Rica, rica.
Hoy si podemos ver el Tiatordos.
Como la mayoría de las vegas que visitamos, las escobas están apoderándose de las praderas. Tal vez sea que no hay suficientes cabezas de ganado en el valle que eviten que proliferen. Tal vez necesitan las vegas otro tipo de ganado (ovejas o cabras) que ramonen sus brotes. O tal vez no hay pastores que se encarguen de limpiar los pastos. La pena es que estas praderas se van perdiendo.
Vamos chicos!!!!
Estos si que están juntos, juntos.
De nuevo en el paraje del río. Ahora con otra luz, ahora con nuevas formas y colores.
Estuve hará unos treinta o treinta y pico años en Vega Pociello, ya que de crío me había llevado mi abuelo, montañero avezado. En esta segunda vez recuerdo especialmente las cabañas de madera, lavadas por el tiempo y la lluvia, como la que caía aquel día, nos refugiamos para comer en ellas...Veo que, además de pradera, también se han perdido las cabañss. Es una pena, eran preciosas, todo se pierde.
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