La culpa la tuvo Cristina.
Un viernes, a la hora de las cañas, nos tropezamos con Fernando y Cristina y ante unas cervezas Cristina nos espeta a bocajarro:
-Nos vamos a Roma, os venís?
Más tarde, a media noche, con unas cuantas birras encima, estamos delante del ordenador sacando un par de billetes para Roma.
Dos horas y media de coche, otras dos de avión y una primera pateada para dejar atrás nuestra zona de confort y comenzar a recorrer las mismas Vías por donde las sandalias romanas caminaron hace dos mil años (ver report).
No hay comentarios:
Publicar un comentario