Cima del Monte Branco |
24/06/2021
Cuando llegamos al porto de Santa Mariña los percebeiros vuelven con sus capturas hacia las casetas donde dejanrán sus aperos y donde se cambian para regresar a sus hogares.
He tenido la tentación de coger la cámara para sacarles alguna foto, pero he reprimido el movimiento pensando que violaría su intimidad. La cámara, el instrumento que en los últimos años, tantas veces ha servido para captar los instantes de nuestras vidas hoy, únicamente saldrá de su funda para captar uno de los paisajes más vírgenes de la península.
No me refiero a esa Galicia repoblada de pinos y eucaliptos, ni a esa que con su idiosincrasia urbanística desperdiga sus viviendas por todo su territorio. Hoy recorremos una pequeñísima parte del Camino de los Faros, en plena Costa de la Muerte, donde sus playas no han podido ser colonizadas por el asfalto y el ladrillo.
Una duna rampante (que es eso?) a pocos metros del mar y entre las poblaciones de Camariñas y Arou, llamó nuestra atención hace ya muchos años cuando pasamos por este aislado rincón y más recientemente cuando hace un par de años recorrimos la parte del Camiño dos Faros que une el Cabo Vilano con el porto de Santa Mariña por el Camino das Cabras.
Un pequeño recorrido saliendo del porto de Santa Mariña y cruzando un pequeña mancha de pinos y eucaliptos nos encarama en la ladera del Alto de la Gorita, desde donde el mar toma mayor profundidad.
La pista toma dirección sur cuando nos desviamos por un pequeño sendero que desciende entre "toxos" y helechos hacia la cumbrera del Monte Branco, el pequeño collado cercano al Penal do Veo que ha sido invadido por la arena de las praias do Trece, que ayudadas por la fuerza del viento, galoparon por su ladera hasta convertir esta ladera en una duna rampante.
La segunda mayor duna rampante de Europa, después de la duna rampante del también Monte Branco de Ponteceso (todo queda en casa) y muy distinta en formación y aspecto de la más célebre y llamativa Dune de Pilat (que es una duna móvil).El viento, el generador de la duna, nos acompaña durante toda la jornada y azota el mar creando un paraje furioso, salvaje y de una belleza apabullante.
Descendemos la duna y volvemos bordeando el Penal do Vento en cuyos bajos las olas golpean con fuerza y levantan alegres cabelleras de agua que refrescan nuestros rostros.
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