3/07/2021
No deja de sorprenderme la frondosidad del Bierzo, más cuando hace dos días caminaba por la increíble y bella desolación de los Picos (a ver, que me refiero al núcleo duro de Picos, que sus hayedos están entre las mayores manchas de hayas de la Península).
En Bembibre tomamos la carretera que nos lleva hasta San Facundo, donde una iniciativa de "pueblo sin coches", nos invita a dejar el nuestro a la entrada, en uno de los aparcamientos habilitados para tal fin.
Algunos carteles por el pueblo nos indican donde encontrar el inicio de nuestro recorrido, pero si no te has preparado el recorrido, en el centro del pueblo, junto al bar y en la pared de un edificio, tienen un plano a gran tamaño donde te indican el recorrido, los puntos interesantes y las distancias.
Nada más salir de San Facundo nos metemos en un soto de castaños de grandes y estupendos ejemplares que trasforman nuestro radiante día en una penumbra.
Caminamos paralelos al rio Argutorio, que cruzamos por un puente, para comenzar la ascensión con fuerza, entre espesa vegetación de encinas, hasta un claro que sirve de mirador sobre la presa del embalse de San Facundo.
Un estrecho cañón y descendemos de nuevo a orillas del río para cruzarlo por un puente de madera.
La vegetación pretende comerse el sendero y un cartel nos indica si queremos ir hacia Matavenero o Poibueno.
Tomamos la primera opción y el camino nos lleva en continuo ascenso por un territorio indómito, donde los riscos de cuarcita se intercalan con la frondosidad de los bosques de encinas y robles formando un cuadro único.
Matavenero ya sabemos lo que es y lo que hay, nuestro aventurero Calleja ya se encarga de promocionarlo por las redes y aprovechando el tirón, también lo hacen multitud de publicaciones.
De Matavenero a Poibueno volvemos a sumergirnos en un mar verde (esta vez con un sendero en descenso).
En Poibueno hubo un antiguo monasterio, del que hoy solo resta unos muros invadidos por la vegetación, junto al río Argutorio.
El sendero, que se ha vuelto más estrecho, se va separando del río y camina entre paredones de cuarcita hasta llevarnos al Pozo de las Hoyas, un pozón donde se estrellan las aguas y donde será necesario estirar al máximo el cuello si queremos verlo.Volvemos a descender al río, para caminar junto a él nuevamente, por otro paraje especial donde un bosque de ribera apenas permite la entrada de algún rayo de sol.
Y por un canchal alcanzamos el cruce que a primera hora nos llevó hacia Matavenero y que ahora nos devuelve a San Facundo atravesando de nuevo el estupendo soto de castaños.
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