24/06/2021
El Gilbo, el llamado Cervino leonés, la montaña leonesa que más ascensiones acumula en los últimos años gracias a las redes sociales.
El Gilbo, el Cervino leonés |
Cada vez que pasamos por Riaño en fin de semana (o festivo), las tres explanadas que hay en el extremo sur del viaducto de acceso a Riaño (que son el inicio de ruta hacia el Gilbo), aparecen petadas de coches y es que el Gilbo, sin necesidad de buscar comparaciones, tiene unas líneas que la hacen destacar del resto de montañas por goleada.
Aparte del Gilbo, el entorno del embalse y el resto de montañas que la rodean (y que no tienen mucho que envidiar al Gilbo) hacen que el lugar sea muy apetecible para darse un paseo en familia, por lo que el Ayuntamiento de Riaño ha aprovechado el tirón para colocar un banco (de los de sentarse) en un mirador casi a ras del agua, en la ladera norte del Gilbo, rodeado de un espeso hayedo y con unas vistas espectaculares hacia el Cueto Nebloso y el Yordas que quitan el hipo.
Que se encuentre dentro del Parque Regional Montaña de Riaño y Mampodre atraerá a los amantes de los espacios naturales, pero también ayuda, que en Riaño exista un bar que desde primeras horas de la mañana te ofrezca la posibilidad de tomarte un café acompañado por un estupendo pincho de tortilla (o tostadas de jamón con tomate) recién hecho.
Aparco temprano en la explanada junto al viaducto (sin aún ningún otro coche) y parto de inmediato por la pista que rodea el embalse hacia el hayedo de Vallarqué.
Con un embalse a tope de agua (y algunas cimas aún encapotadas por las nubes), cambio la pista por un sendero que al poco se mete de lleno en el hayedo de Vallarqué y que me recibe con una luz suave que invita a sentarse y a disfrutar de los primeros sonidos de un bosque que se despierta.
Salgo en unas camperas y tengo la primera visión del Gilbo, con unas formas muy distintas de las que vemos desde Riaño y escoltado a su derecha por la Peña Vallarqué.
Ahora, entre prados de altura, me dirijo en busca de la traza que bordea la peña por el sur y remonta la ladera hacia la arista. Un camino acompañado de hitos y marcada con la huella de cientos de montañeros.
El macho de los bisontes de Anciles |
En la arista la plenitud.
Alcanzo la cima con rapidez y con algún paso de funambulista (que bien se puede evitar por el lateral) para abrir vistas hacia la zona intermedia del embalse, donde se encuentra Riaño y hacia Palentinas.
Es pronto y apetece holgazanear en la cima, pero un viento desagradable aconseja buscar cobijo en alguna zona menos expuesta, por lo que comienzo el descenso por la norte, la llamada ruta normal, que con las lluvias de estos días tiene embarrado todo el sendero y por el paso de miles de personas, la caliza aparece tan pulida como el mármol, lo que provoca que el descenso resulte pesado y un coñazo si quieres evitar una culada (o algo más si no paras a tiempo).
Total que cuando llegas al collado de acceso a Vallarqué respiras aliviado de dejar atrás la pista de patinaje y te lanzas a la carrera hacia un nuevo hayedo: el de la Viesca, donde un camino requetepisado lo cruza por el medio (pasando por un grupo de estupendas hayas), hacia un camino que bordea el embalse y donde nada más acceder encontramos el mirador con el banco.
El lugar apropiado para comerte el bocata, mientras te deleitas con las estupendas vistas hacia el Gilbo (otra imagen distinta), hacia el hayedo de un verdor exultante, o hacia un Cueto Nebloso que parece emerger de las aguas como un resucitado y hasta que escuchas las voces de la primera familia con niños que llegan y estimas que el banco es de todos y que debes de ir a comer tu bocata en algún sitio apartado.
Y comienzas a tropezarse con nuevos caminantes, de manera tan continua, que no encuentras ese lugar apartado hasta que no te metes en tu coche 😌😌😌
Hola, Estoy escribiendo un libro de montaña y me gustaría incluir la primera foto de esta entrada. Por ello te escribo para pedirte el permiso pertinente. Puedes responderme, en su caso, en esta misma entrada o a mi email marcos.illera@gmail.com. Un saludo.
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