Desde la cima del Pico Cuerna |
28/01/2021
Aprovechando la bonanza de estos días y el paquetón de nieve caído, salgo hacia Villaverde de la Cuerna para hacer una raquetada por el valle que sube hacia el Pando de Valporquero y una vez en el collado, acceder a las cimas del Pico Redondo y del Cuerna.
Había subido hace años a estas dos cimas desde Villaverde, en una salida vespertina, peor sería por el efecto de la luz de tarde, o por ser primavera y no haber tanta nieve, que no recordaba que esas alturas dieran tan buenas vistas hacia las cimas del Mampodre y Riaño y sobre todo a las del Curueño.
Cuando salgo de Villaverde, me encuentro con una nieve que soporta mi peso con las raquetas sin hundirse y en mi cara se dibuja una sonrisa al pensar que será un ascenso cómodo y disfrutón. Pero la realidad es otra; la nieve continua sin transformarse y con la subida de temperatura y los pronósticos de lluvia para los próximos días poca mejora se espera.
Hasta el collado (Pando de Valporquero) por pista y luego "toparriba" con fuertes resoplidos cuando la pendiente no permitía el uso de raquetas, lo que provocaba que me hundiera por encima de la rodilla, hasta que por fin alcanzo la arista (con menos nieve y con más consistencia) que me catapulta a la cima del Pico Redondo.
Las cimas del Pico Redondo y del Cuerna están tan próximas que apenas percibo diferencias en cuanto a vistas. Pero la del Cuerna fue la elegida para sentarme y aprovechar a comerme el bocata por tener una zona protegida del viento.
Un cielo a medio cubrir trasmitía una luz gris que se extendía por el valle, que a su vez devolvía un eco de silencio que me hacía recuperar las viejas sensaciones de aquellos años jóvenes cuando dimos los primeros pasos por estas cimas.
Recuerdos y ensoñaciones que se ven turbadas cuando veo un montañero, con sus esquíes a la espalda, que se aproxima a la cima y que hace que recoja mis cosas y parta a la carrera (no sin antes saludarle con la mano).
Descenso directo, buscando los mejores pasos entre una nieve que intenta fagocitarme en cada zancada, hasta que alcanzo de nuevo la pista que me devuelve a Villanueva.
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