Cueto Fontún |
14/01/2021
Hace un par de días, cuando descendía del Cueto Negro por el valle de Viadangos, no podía apartar la vista del Cueto Fontún. Enfrente, sobresaliendo como un faro en medio de una tarta de merengue, me provocaba, pidiendo a gritos ser ascendido.
Hoy, cuando me planto ante su base, el Fontún ha perdido la pulcritud de su manto y en las zonas venteadas la nieve ha desaparecido.
Aún así, hay nieve pa dar y tomar.
Y lo veo por lo difícil que resulta aparcar el coche -por los muros impenetrables que rodean la carretera- y por la paliza con la que acabaré la jornada.
Excepto el primer tramo (acercamiento por la pista que va a la cuadra que hay en la base), todo el recorrido será sobre un manto de nieve sin trasformar, que provoca que me hunda hasta las trancas (dígase rodilla) a cada paso, pero teniendo que hacer el sobresfuerzo de vencer la primera capa con una consistencia que no aguantaba mi peso y que me hundía por sorpresa.
Total, mucho tiempo para hacer fotos -mientras recuperaba el aliento- y para fijarme en las buenas vistas que esta montaña da sobre las vecinas.
El primer repecho hasta el collado se hizo duro, pero más la canaleta final que con la cantidad de nieve que había ocultaba los huecos y me hundía por encima de la rodilla.
Hasta que llego a la cima, con una mañana apabullante de luz que me permite ver desde las Ubiñas (que ya se empiezan a cubrir) hasta el Espigüete y entre medias un amasijo de cimas que se solapan, empastan y pugnan por salir en mis fotos.
Sin dejar tiempo a que se enfríen las piernas, comienzo el descenso. Más liviano al hacerlo por mis huellas y con ganas de llegar al coche
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