Cima del Cueto Negro |
12/01/2021
Quizá sea la proximidad al valle de Casares y a las imponentes Marías (las Tres Marías) lo que mantiene en el anonimato al valle de Viadangos.
Las propias Tres Marías, más el Pico de la Carbajosa y el Cueto Negro son las cumbres que cierran el impresionante valle glaciar de Viadangos y que impulsan las aguas por sus laderas para formar el río del mismo nombre. Un río que consigue escapar del encarcelamiento del embalse de Casares y que forma más adelante el río Rodiezmo, el río que riega las vegas de la Tercia.
Hoy, la carretera que nos lleva desde Villamanín hasta Viadangos de Arbas es un pasillo entre paredes de nieve que los 17 graditos bajo cero, que marca el termómetro del coche, seguro ayudan a su conservación.
Viadangos aparece sepultado por un manto de nieve y es la carretera el cordón de unión hacia un mundo más humano.
Salgo del pueblo y comienzo a remontar el valle, entre las sombras que han mantenido su anonimato y misterio, hasta que remonto las laderas del Pico de Celleros y entro en el mundo de la luz y al girar la cabeza, descubro su moldeado puramente glaciar.
Nieve sin trasformar y fuerte pendiente que me hace resoplar cada vez que la raqueta se hunde en la nieve, hasta que después de muchos sudores alcanzo la arista entre el Celleros y el Cueto Negro.
La paz del Viadangos contrasta con la algarabía propia de la estación de esquí, que me acompaña hasta la propia cima.
Sin gastar más tiempo que el necesario para las fotos, parto de nuevo hacia el silencio del valle, hacia su cabecera, para recorrerlo en su totalidad acompañando al naciente río, que se oculta en muchos tramos bajo un manto blanco, hasta el puente del Glaciar, donde un camino forjado a base de pisadas ya me conduce a Viadangos.
Un reportaje muy guapo, pleno de nieve. El pueblo da frío solo con ver las fotos, días duros para vivir en él. Saludos, Jorge
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