Pasando la tarde por Remolina (Peñas Sandinas - Pico Loto - Pico Hato)



11/05/2011 (Recuperada del baúl de los recuerdos)
Decía Lucía (Etxebarria) que, el bien y el mal no surgen de la nada, alguien los metió en nuestras cabezas a golpe de martillo. Al nacer éramos piedras que esperábamos que la vida nos tallara y al crecer nos convertimos en estatuas.

Cinco semanas de confinamiento y una fisura tremenda en nuestro cuerpo de estatua. Una marca larga y profunda, cincelada sin esfuerzo y con mucho éxito. Una privación de libertad, de oxigeno, de vida.

Recuerdo con nostalgia aquellas tardes de monte, aquellas que te hacen apegarte al aire que respiras, al suelo que pisas y cuyo recuerdo (y esperanza futura) te permiten levantarte cada mañana con ilusión y hacen que el día anterior y el siguiente sean distintos.

Las calles de Remolina me reciben desiertas en esa tarde de nubes.

Tomo el camino que une Remolina con Tejerina y que comparte con el que se dirige a Mental. El monte rezuma verdor y el bosque que atravieso está pletórico. En la collada de Tejerina abandono el camino y busco entre las escobas un paso que me permita auparme a la arista de las Peñas Sandinas, la cresta rocosa que corre, entre los valles de Remolina y Tejerina, hacia la collada del Campo de la Puerta, la extensa pradería que me permite entrar a un nuevo cordal, el del Pico Hato y Pico Loto.

Cimas conocidas que nos brindan excelsas vistas hacia el embalse y montañas de Riaño y hacia el este, donde los valles y montes encuentran tope en la pirámide perfecta del Espigüete.

La tarde aguanta, la lluvia permanece amarrada a las nubes, mientras comienzo el descenso por la ladera noroeste del Pico Hato, hacia las Peñas del Diablo, donde unos tímidos rayos de sol que han escapado de su cárcel del nubes, juegan con sus formas.

Buscando los mejores pasos voy descendiendo y entro de nuevo en Remolina, en sus calles desiertas que esperan con ganas la venida de los veraneantes que den vida y color a sus calles.


Remolina. Final de carretera y toda rodeada de montañas.
El cordal de los Jaidos y la Muga.

Un camino espléndido hacia Tejerina y Mental que más tarde se bifurca y donde nosotros tomamos el de la izquierda, hacia la collada de Tejerina.
Remolina al fondo del valle.
Collada de Tejerina.
Los valles de Tejerina.
Una panorámica.
Comienzo de la cresta de las Peñas Sandinas.
Tejerina medio oculta entre sus montes.

Hacia Remolina.
Apuntando con el zoom hacia Peñacorada y en un primer plano la collada que da paso a Mental desde Remolina.

Las cimas de las Peñas Sandinas.
Collada del Campo de la Puerta y las cimas de Pico Hato (izquierda) y Pico Loto.
Espigüete.
Embalse de Riaño.
Vista del Pico Hato durante el ascenso del Pico Loto.
Hacia el grupo del Pico Cerroso.
El valle de Tejerina y la cresta de las Peñas Sandinas.
Panorámica hacia el embalse y las cimas de Riaño.
Pico Loto (Peñaverada)
Armado contra la lluvia.

Hacia Hoz Oscura.

Pico Loto durante el ascenso del Pico Hato.

En la cima del Pico Hato.
Remolina desde el Pico Hato.

Descendiendo hacia las Peñas del Infierno.
Peñas del Infierno (Pudinga).

Llegando a Remolina.

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