22/04/2017
Hoy he sufrido un Stendhalazo*.
Hacíamos tiempo antes de enfrentarnos a la aventura del busardo moro. Hacer tiempo, es una manera de hablar, ya que la visita a San Pedro de la Nave era indiscutible.
En El Campillo, al oeste de Zamora y muy cercano a las aguas del río Esla, que en ese punto arremansan para formar el embalse de Ricobayo, se encuentra la iglesia de San Pedro de la Nave.
Una iglesia de estilo visigodo. Posiblemente la más importante en cuanto a conservación y arquitectura de todo el arte visigodo en la península.
A las afueras del pueblo, sin construcciones aledañas que entorpezcan su visión, el exterior de la iglesia reúne todas las características del arte visigodo: sillería con grandes bloques perfectamente cortados y escuadrados (unidos sin utilización de argamasa), anchos muros para soportar bóvedas de medio cañón, vanos muy reducidos, planta combinada de cruz griega y basilical, utilización de arco de herradura y decoración en los muros de elementos florales y geométricos.
Ha sido a la entrada cuando sufrí el Stendhalazo. La sobriedad exterior no se corresponde con el alarde arquitectónico que encontramos en su interior.
La luz tamizada, el silencio, los espacios, que desde el exterior se presumen pequeños y muy compartimentados, aparecen amplios, con unos pasos entre habitáculos con hermosos arcos de herradura y ventanales con pequeñas columnas que habrá que esperar doscientos años para volver a verlos en algunas iglesias del prerromanico asturiano.
La magia de San Pedro de la Nave pudo desaparecer cuando se proyectó levantar la presa sobre las aguas del río Esla, para construir el embalse de Ricobayo, amenazando con cubrirla.
Por este motivo, fue necesario desplazarla de su asentamiento original (al igual que todos los vecinos del pueblo de San Pedro de la Nave) hacia la localidad de El Campillo.
Fue el historiador y arqueólogo Manuel Gómez Moreno el impulsor del traslado (el ejecutor sería el arquitecto Alejandro Ferránt) que obligó a desmontar la iglesia piedra a piedra, para volver a montarla en el lugar que ahora la visitamos, entre los años 1930 y 1932 (periodo de dictadura del general Berenguer (1930-1931) y primer año de la Segunda República).
He recorrido todos sus huecos, me he recreado con la suavidad del mármol de sus columnas, y he admirado la decoración de sus muros. Afuera me esperan mis amigos (y si somos afortunados un busardo moro), pero me cuesta abandonar San Pedro de la Nave.
Consta de tres naves, atravesadas por la del crucero, de igual altura, que la nave central.
Se observa perfectamente las hiladas irregulares de bloques perfectamente cortados y escuadrados y unidos sin argamasa (a hueso). Técnica heredada de la arquitectura romana.
Tres puertas de acceso.
Vanos de pequeño tamaño.
Interior
La nave de crucero y toda la cabecera tiene bóvedas de cañón semicircular.
Es frecuente la existencia de cámaras elevadas a las que hay que acceder por escalera de mano (la ventana oscurecida sobre el arco triunfal), donde se supone guardaban tesoros o archivos.
Dos aposentos comunicados cada uno de ellos con la nave central por medio de una puerta y una ventana de tres huecos
Todos los arcos, excepto los de paso de los pórticos laterales al crucero que son de medio punto peraltados, son de herradura.
Según los textos de San Isidoro la belleza de un edificio se logra mediante los adornos y la decoración, más que en las líneas de su estructura exterior. Fruto de esa enseñanza, el arte visigodo utiliza los muros para esculpir motivos geométricos y florales, y decora las ventanas con espléndidas columnas.
Esto hizo que los visigodos aprovecharan con frecuencia materiales de mármol provenientes de antiguos edificios romanos.
El cimborrio, existente en la intersección de la nave central con la del crucero, tiene una ventana en cada uno de sus cuatro muros. Estaba cubierto por bóveda de arista en piedra, que se encontró derruida y ha sido reconstruida en ladrillo.
San Pedro de la Nave resulta una iglesia muy proporcionada, en perfecto estado de conservación ( no olvidemos que se terminó de montar en 1932), con una decoración muy interesante, que nos da una idea de la arquitectura visigoda en España.
*El síndrome de Stendhal es una enfermedad psicosomática que causa un elevado ritmo cardíaco, vértigo, confusión, temblor, palpitaciones, depresiones e incluso alucinaciones cuando el individuo es expuesto a obras de arte, especialmente cuando estas son particularmente bellas.
Utiliza el nombre del escritor francés Stendhal (seudónimo de Henri-Marie Beyle), quién experimentó dicho fenómeno cuando visitaba la basílica de la Santa Cruz en Florencia.
En uno de sus libros relató el suceso de la siguiente manera: «Había llegado a ese punto de emoción en el que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Cruz, me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme».
Nota del autor: Tengo que decir que mi Stendhalazo no llegó a esos niveles.
Me alegro que os gustara. Es una iglesia preciosa y con un encanto muy especial. No te olvides de la otra que os comenté. Un saludo.
ResponderEliminarNos encantó. En mi caso sobre todo el interior. Un lujo que la tengan abierta en horario tan amplio y solo la voluntad.
EliminarSanta Marta de Tera. Lo miré nada más llegar a casa. En cuanto podamos preparamos algo por la zona y nos vamos a conocerlas. Gracias por la información.
Un saludo.