22/08/2020
El embalse de Galleguillos era conocido por ser uno de los humedales que tuvimos que censar para el conteo de acuáticas. De Grajal conocíamos su castillo y su iglesia con torre de cinco esquinas, pero el resto del recorrido era totalmente ignoto a pesar de contener lugares tan sorprendentes como el despoblado de Villacreces o una de las iglesias más representativas del románico mudéjar de sus inicios: la iglesia del Monasterio de San Pedro de las Dueñas.
Con un cielo lechoso y una temperatura impropia de mediados de agosto (que nos obligará a ponernos toda nuestra ropa), partimos de los alrededores de Galleguillos de Campos (al que no llegamos a entrar) y comenzamos a rodar por esas largas y llanas carreteras de Tierra de Campos que en estas fechas se muestran con sus cultivos ya recogidos.
La estrecha franja de tierra entre los ríos Cea y Valderaduey nos permite cruzar de uno al otro sin apenas esfuerzo, pero antes pasamos por Arenillas de Valderaduey, donde nos topamos con la iglesia de Santo Tomás Apóstol, que no luce el esplendor de sus mejores días a pesar de contener una soberbia cabecera en estilo románico-mudéjar.
El Valderaduey, a su paso por Arenillas, resulta ser un río domesticado (canalizado) que apenas lleva caudal. Una vez cruzado, entramos en aa llanura cerealista que será preciso cruzar por pistas agrícolas hasta llegar al despoblado de Villacreces, un lugar que podría se la visión de lo que puede deparar, en un futuro no muy lejano, a la mayoría de nuestros pueblos.
Hemos conocido pueblos abandonados (Belchite o ejemplos más próximo y cercano como Colinas del Campo de Martín Moro Toledano -antes de su reconstrucción-, o incluso Poibueno) y pudimos entender esta despoblación por estar situados en parajes donde una geografía difícil y lejana a núcleos más grandes, hacia el vivir cotidiano como una tarea dura en comparación con otros núcleos cercanos. Pero Villacreces se encontraba en plena Tierra de Campos, rodeada por tierras de labor y próxima al río Valderaduey, teniendo iguales posibles de vida que los pueblos de su alrededor que si han permanecido vivos.
Los materiales de sus viviendas (adobe) no han resistido el paso del tiempo y en Villacreces solo quedan algunos muros y un palomar, aparte de la portentosa torre de su iglesia que fue levantada en ladrillo al estilo de las de Sahagún.
Ya por carretera cruzamos en pocos kilómetros las provincias de Palencia, Valladolid y volvemos a León por la carretera que va a Grajal de Campos, donde en un alto llama nuestra atención con su torre de cinco esquinas y dentro del pueblo con la contundencia de su castillo artillero.
San Pedro de Dueñas es nuestro final de etapa.
Y lo es porque al igual que en una comida dejamos el bocado más exquisito para el final, queremos cerrar la ruta con la joya que nos espera en San Pedro de las Dueñas.
En San Pedro se encuentra el monasterio del mismo nombre (monasterio de monjas benedictinas) que posee una iglesia perteneciente al estilo del llamado románico de ladrillo. Su fundación se remonta al siglo X (no el monasterio que es del siglo XVIII) y al igual que San Tirso de Sahagún comenzó a construir en piedra para con los nuevos tiempos finalizarse en ladrillo.
Tres naves, sin crucero y con cabecera de ábsides semicirculares. En su interior destaca la labor escultórica de sus capiteles, con especial mención al llamado coloquialmente como "capitel de las siete monjas".
De nuevo en la carretera, para cubrir los escasos kilómetros que nos separan de nuestro coche en Galleguillos, después de este baño de arte e historia que guardan en secreto estas tierras de los valles de Cea y Valderaduey.
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