25/08/2020
Se hacen pesadas las dos horas de coche para llegar hasta Soto de Sajambre. Afortunadamente el parking a la entrada del pueblo te garantiza que no tendrás problema a la hora de dejar el coche a pesar de la cantidad de gente que ha tenido la misma idea de acercarse hasta la zona.
Es pronto, he buscado la primera hora de la mañana, para recorrer el tramo de la Senda del Arcediano con dirección a Amieva que sale de la zona norte de Soto y te lleva hasta el collado a los pies del Pico Jurcueto. Por pista y entre espeso bosque, que a tramos forma ventanas desde las que podemos ver las cimas vecinas, voy ganando altura hasta el collado.
Rodeo el Jurcueto para entrar en el puerto de Beza y tener una primera visión del Canto Cabronero que presenta una agresiva imagen de aguja inexpugnable. Cruzados los puertos de Beza tengo que enfrentarme con la canal de Beza, una rotura en el contrafuerte que desciende de Peña Beza que nos permite acceder a los Llanos, las espléndidas praderías que cuelgan en la ladera este del Canto Cabronero y Peña Beza.
El ganado ocupa este espacio y decenas de vacas serán mis compañeras de ruta mientras voy recorriendo los pequeños senderos en busca de una canal que desciende directamente de la cima del Canto y por la que gano la cima sin mayor dificultad que el desnivel que es preciso salvar.
Desde el visor de mi cámara (cuando tiro de zoom), Torre Santa aparece tan cerca que quiero estirar mi mano para tocar su cima. Pero la realidad es bien distinta y un gran y profundo desfiladero (el del río Dobra) nos separa de la cima vecina.
Hay que moverse, el día es largo pero el trayecto también.
Desciendo y voy buscando alguna senda que me permita librar los desplomes del Canto y entrar en las praderías para acceder a las Peñas de Cebollera, el hombro de roca que separa el Canto Cabronero de la Peña Beza.
Peñas de Cebollera no ofrece variación en cuanto a vistas, no así Peña Beza (que alcanzo a continuación) que resulta un balcón hacia la inmensa mancha de bosque entre el Jario y las estribaciones de Peña Beza. Y en el medio de este mar de clorofila, la isla de Vegabaño en el mejor y único lugar donde podría situarse.
De nuevo en marcha, jodiendo las rodillas en un descenso continuo y pronunciado, hasta la canal de Misa, otro de los cortes de la barrera de Peña Beza, que me deposita en el sendero que desde el puerto de Beza camina entre un bosque mixto de robles y hayas hasta el puerto de Barcinera.
Las cimas tienen vistas, pero los bosques (a parte del frescor que tanto se agradece un día como el de hoy) tienen el encanto de los espacios recogidos, de las luces rebotadas y de la magia del mundo vegetal.
La luz me ciega cuando entro en Vegabaño. La isla que vi desde la cima de Peña Beza, se encuentra llena de náufragos que merodean por los alrededores del refugio, al que me dirijo para comprar una Coca-Cola y perderme un buen rato a la sombra de un haya.
Terminado el primer bote sigo teniendo sed y continuo con el segundo en un intento de aplacar esta sed de dragón. Finalizado el segundo decido levantarme, antes de que las articulaciones se endurezcan y le pego un nuevo repaso a Vegabaño antes de buscar del sendero hacia Soto.
Los Llanos, las praderías al este de Peña Beza y del Canto Cabronero.
Tiatordos |
Macizo de Mampodre |
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