Mientras el manto oscuro de la noche comenzaba a cubrir al poderoso
Pacífico ocultando de nuestra vista las islas contiguas,
y mientras la quietud de la muerte reinaba a nuestro alrededor,
nuestros oídos fueron repentinamente asaltados por un ruido que
solamente se podría comparar al de diez mil truenos reventando
en el cielo de una sola vez; mientras que en el mismo instante,
¡todo el hemisferio se iluminó con un espantoso fulgor,
que habría podido consternar al corazón más valiente!.
Pronto me percaté que uno de los volcanes de la isla
Narborough (Fernandina), que había dormido plácidamente
en los últimos diez años, había despertado repentinamente
y con venganza acumulada.
El parrafo anterior bien podía pertenecer a uno de los oscuros cuentos de H. P. Lovecraft. Pero no, corresponde a exhaustiva descripción de la erupción de un volcán en la isla de Fernandina, escrita por el marino y explorador estadounidense Benjamín Morrell en 1.825.
Las islas Galápagos fueron descubiertas oficialmente en 1.535, cuando el entonces Obispo de Panamá Fray Tomas de Berlanga, y el barco en que viajaba desde Panamá a lo que hoy es Perú, fue inmovilizado por la falta de vientos y desviados de su rumbo por una corriente oceánica que los llevó hacia las islas. El informe que escribió el Fray Tomas para el Emperador Carlos V de España incluía la primera descripción de las tortugas gigantes e iguanas, así como comentarios acerca de la extraordinaria mansedumbre de las aves.
El archipiélago de Galápagos comprende trece islas grandes (de más de diez kilómetros cuadrados), seis islas pequeñas, más de cuarenta islotes y otros pequeños roquedos.
Este conjunto de islas se encuentra bastante aislado de otras masas de tierra. La más cercana, la costa de Ecuador, está a casi mil kilómetros. Al norte se encuentran las Islas Cocos a más de setecientos kms. y Costa rica a mil cien kms. Guatemala ronda los mil seiscientos y la Isla de Pascua tres mil doscientos kms.
La singularidad de las Islas Galápagos se debe a su posición aislada, ya que surgieron de profundos fuegos volcánicos producidos bajo el Océano Pacífico.
Existe una teoría -la del punto caliente- que sugiere que en algunos lugares del globo, hay áreas que producen en el manto un enorme calor que aumenta y disminuye de intensidad. Estos puntos calientes causan el derretimiento de la corteza y el manto en algunos lugares, lo que da lugar al surgimiento de volcanes. Esa teoría es la que contesta al interrogante de por qué las Islas Galápagos se sitúan precisamente donde están.
Las primeras islas de Galápagos se formaron hace varios (quizá diez) millones de años, cuando las erupciones volcánicas comenzaron a abrirse paso a través del piso oceánico hasta llegar a formar montañas submarinas.
Su aislamiento, su reciente formación, el tipo de colonización de las distintas especies animales y vegetales (y sus procesos de asentamiento), la mansedumbre de los animales salvajes y la visita de un joven Charles Darwin a bordo del navío Beagle capitaneado por R. Fiztroy, catapultaron a las Islas Galápagos a la meta de viajeros naturalistas o simplemente amantes del mundo natural.
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Galápagos nunca formó parte de nuestros proyectos de viajes.
Si recuerdo ojear con placer ciertos artículos que habíamos ido recopilado sobre las islas, y que conservábamos en una carpeta de lugares con encanto. Pero Galápagos estaba excesivamente lejos y una travesía por las islas podría salir más cara que un chupito de sangre de unicornio azul.
Pero la vida da muchas vueltas y un día te encuentras caminando por las calles de Quito, desquiciado porque la expedición de montaña en la que estas inmerso va como el culo, el tiempo no da tregua, has discutido violentamente con el líder del grupo, y cuando estás medio aclimatado, posicionado en el refugio y dispuesto a lanzar un ataque a la cima del Cotopaxi, a un compañero de sobreviene un fortísimo dolor en la zona del páncreas, lo que nos obliga a evacuarle al hospital de Quito.
Y es en ese punto, cuando paseando por una avenida llena de agencias de viajes que lucen en sus escaparates fotos y poster de tortugas gigantes, iguanas marinas y terrestres y un sinfín de aves de exóticos colores, paras delante del escaparate de una de esas agencias, y mientras miras esas aves de largos picos, tu mano que has metido en el bolso del pantalón palpa la cartera donde sabes que se oculta el plástico milagroso que te puede sacar de algún apuro a base de pasar hambre los próximos meses.
La tentación estaba servida y en menos de lo que canta un gallo, eramos poseedores de dos billetes de avión y dos plazas en un barquito para hacer un tour por Galápagos.
Es casi seguro que no existe un lugar como Galápagos. No tanto por la variedad de su fauna -que lo es en cuanto a aves y reptiles como en pocos lugares del mundo- sino por la forma en que los animales se comportan. La cercanía con la que se les pueden observar da pie a pensar por qué en estas islas, las aves han perdido ese miedo ancestral al hombre.
A veces me pregunto cual es el motivo de que algunos animales permitan que nos acerquemos hasta ellos, rompiendo esa barrera de seguridad. Y por contra, cuanto tiempo ha de pasar, para que por ejemplo las avutardas (esos magníficos pájaros que tenemos en los Oteros) dejen de huir nada más que paras el coche, existiendo como existe desde 1.980 (38 años) la prohibición de cazarlas. Ha pasado tiempo suficiente para que estas aves perdieran ese miedo a ser fogueadas en sus recuerdos (si es que un ave puede tener recuerdos), pero a pesar del paso de los años las avutardas siguen escapando a la presencia humana.
Solo en ciertas ocasiones encuentras algunos ejemplares, de pelo o de pluma, que parecen surgidos de otro planeta. No huyen ante nuestra presencia y se muestran confiados, e interesados con el humano que se aproxima.
En Galápagos esa inocencia o ese desconocimiento hacia las personas, como si jamás hubiesen pisado las islas, admiten la cercanía para su observación y con ello permiten al viajero vivir una experiencia única, muy distinta de los típicos safaris.
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De lo que se trata, es de sacar sacar a la luz ese par de cajas con diapositivas que duermen en el armario. Recuperar aquellas imágenes para que puedan brindarme los recuerdos de aquellos días, y por qué no, hacer limpieza y despejar el armario.
Corría el año 98, vivíamos en A Coruña y formábamos parte de un grupo que iba a gastar sus vacaciones haciendo una pequeña expedición por el himalaya paquistaní, cuando una serie de revueltas desaconsejo la partida. Con el petate lleno y desinflados de ánimo, buscamos un viaje sustitutivo, que encontramos en las alturas del Cotopaxi y Chimborazo.
Un vuelo económico, con escala en Santa Fe de Bogota y un montón de horas, nos depositan en Quito. A 2.850 metros sobre el nivel del mar, la ciudad resulta un buen campamento base donde aclimatarse a la altura. Al igual, que bien podría haber sido el cercano Cerro Pichincha, el lugar para ejercitarnos con la altura. Pero decidimos alejarnos, pasar el menor tiempo posible en la gran ciudad y disfrutar y conocer ciudades más pequeñas.
Por ello, después de hacer algunas compras nos trasladamos hacia Otavalo.
Plaza de San Francisco, centro histórico de Quito.
Otavalo
Situado a 110 kilómetros al norte de Quito, en las tierras altas andinas y a unos 2500 m.s.n.m.
Una localidad rodeada de volcanes, con larga historia y tradiciones, que quedan eclipsadas en favor de su mercado artesanal que los sábados se expande por la Plaza de los Ponchos.
Color, el mercado de Otavalo es sobre todo color.
Un laberinto de telas y ropas de vivos colores se desparrama por la Plaza de los Ponchos y por un gran número de calles aledañas todos los sábados. El resto de la semana, se reduce a la Plaza y a los locales comerciales de los alrededores.
Gente elegante. Con su vestuario tradicional: las mujeres con sus blusas blancas bordadas y sus collares de cuentas o mullos dorados.
Cruz y Cris regateando.
Laguna de Cuicocha.
A 120 kilómetros al norte de Quito y a una altitud de 3.068 m.s.n.m, es una laguna situada dentro de una caldera volcánica.
Un sendero bordea la caldera y te permite tener excelentes vistas de la laguna.
Un lugar para dormir cutre, cutre. Aún tengo pesadillas con la ducha de ese lugar.
El tiempo de las cuatro estaciones del año. Un día puede amanecer resplandeciente para cubrirse a las pocas horas, nevar, soplar un vendaval y volver a lucir el sol.
Con mi gorro comprado en Otavalo.
Dentro de la laguna de Cuicocha hay dos islas: la más pequeña denominada Yerovi, y la más grande Teodoro Wolf, en honor al sabio alemán y descubridor.
Su acceso es prohibido en ambas. Los islotes están separados por un canal llamado "Canal de los Ensueños"
El Canal de los Ensueños.
Estaría bien poder hacerse una rutilla con el kayak.
Un recorrido en barca para poder ver la caldera desde su interior.
Cerro Imbabura
En la ciudad de Ibarra, muy cerca de Otavalo, el volcán Imbaburra se yergue hasta los 4600 m.s.n.m.
Un buen objetivo para ir ganando metros y aclimatación. Pero la lluvia, la niebla y la propia altitud hicieron que nos diéramos la vuelta antes de tiempo, minando las relaciones personales.
Durante el intento al Imbabura.
Hoy en día con un buen track no tendríamos esos problemas.
Las praderas dieron paso a una canal y a una ramificación de senderos que no garantizaban estar en el camino correcto. Cris por efecto de la altura (ya estaríamos por encima de los 4000) comienza a tener problemas de disnea (dificultad respiratoria), por lo que decidimos bajar.
Aprovechamos el día siguiente realizando una caminata por los alrededores.
El grupo se ha partido. Demasiada presión para una olla vieja o defectuosa. Han vuelto la risas y los momentos de relajo.
No soy capaz de recordar el nombre de la población, solo la imagen de aquel hotelito con unas habitaciones encantadoras.
Identifico una pitón (creo no equivocarme), pero no me doy cuenta de quién es la persona que sujeta el reptil. Con ese pelo y esa barba negra no lo reconozco.
Illinizas
Elegir el Illinizas como pico de aclimatación fue una apuesta un tanto intrépida y nos salvó el mal tiempo.
El volcán Illinizas tiene dos cimas; el Illinizas sur de 5.263 metros y el Illinizas norte de 5.126 metros. El que se suele ascender (y es donde esta la cruz) es el norte y es necesario hacer un pequeño rappel, una chimenea algo complicada y un último paso aéreo.
De eso y mucho más nos enteraríamos una vez llegados al refugio, pero valió la pena la ruta y la dormida en el refugio situado a 4.675 metros.
Esperando al bus o a un camión que nos acercara.
David y Cris ya preparados.
Hacia el refugio Nuevos Horizontes.
El tiempo se estropea como todos los días.
Y comienza a nevar.
Refugio Nuevos Horizontes 4.675 metros.
Cuando llegamos la tormenta arrecia y se tira toda la noche nevando. Solo queda recoger a la mañana siguiente y descender al valle.
Quién no ha querido pisar la línea del Ecuador? Ahora estoy en el hemisferio norte, ahora en el hemisferio sur.
Para esto hemos venido. La ascensión al Cerro Cotopaxi estuvo en nuestras mentes desde hace años, desde que nuestra amiga Belén nos contó su ascensión a esta montaña.
Hoy, aquella aventura que nos contaba Belén era la nuestra y la vivíamos en primera persona. Pero aunque el objetivo era asequible a nuestras capacidades (hasta llevábamos guía), habíamos realizado un proceso de aclimatación, el mal rollo con el grupo (este ya se había disgregado), minó de tal manera la ilusión que más de una vez deseé pulsar ese botón imaginario que te devolviera a casa, por lo que la salida hacia la cima del Cotopaxi era más una obligación que un sueño cumplido.
Partiendo desde Quito hacia el refugio José Rivas (Cotopaxi).
Desde el último aparcamiento hay una ligera caminata al refugio. Subimos con bastante peso al llevar todo nuestro equipo y bastante comida.
Por la tarde el tiempo cambia (como no podía ser de otra manera). A la hora que tenemos que salir hacia cumbre nieva que te cagas y un viento huracanado barre la ladera donde se asienta el refugio.
Apenas podemos mantenernos de pie.
Cruz en las laderas del Cotopaxi.
En las inmediaciones del Refugio José Ribas 4800 m.s.n.m.
A David (uno de los miembros de nuestro minigrupo) se levanta afectado por un fuerte dolor. Afortunadamente hemos vuelto a coincidir con unos catalanes con los que compartimos refugio en el Illinizas, de los cuales uno es médico especialista en deportes de montaña. Nos aconseja bajarlo al Hospital de Quito ( en la foto preparando una camilla de emergencia).
De esa forma finaliza la expedición al Cotopaxi, sin llegar a calzarnos los crampones y sin boquear por sus nevadas laderas.
Afortunadamente lo de David no fue nada.
Islas Galápagos.
De la montaña al mar, y en medio, más de mil kilómetros. Un vuelo desde Guayaquil hasta el aeropuerto de Galápagos donde nos recogen y trasportan hasta el pequeño barco que sera nuestra residencia durante los siguientes días.
El viaje por las islas Galápagos que hemos contratado es un tours entre islas aprovechando las noches para desplazarnos de una isla a otra. Una gran experiencia marinera para personas de interior y sobre todo para aquellos que nos mareamos hasta cuando paleamos en el kayak.
Un cambio radical, incluido el tiempo meteorológico y el tiempo real, con sus pausas, con sus ritmos lentos. Todo es nuevo, el paisaje, la vegetación y la fauna. Nos impresiona, al igual que impresionaria en su momento a Darwin, dándole nuevas ideas y fundamentos para elaborar su teoría de la evolución.
Los atardeceres en alta mar.
Para los de interior navegar a mas de mil kilómetros de la costa continental es una experiencia nueva y extraordinaria. Las últimas horas de la tarde, sobre la pequeña cubierta de nuestro barco, sin un horizonte a la vista....
Otro de los barcos que realizan los cruceros entre islas. Con un promedio de ocho a diez turistas, un guía y dos tripulantes es un espacio muy justo. Y las comodidades a bordo muy, muy justas.
Las islas Galápagos son uno de los archipiélagos más interesantes y mejor estudiados del mundo, ya que tienen mucho que ofrecer al naturalista.
Las islas Galápagos se han formado de la sucesión de fluidos de lava. Cuando un magma de fluido basáltico emerge a la superficie se encuentra muy caliente (1000 grados centígrados) y baja como un río ígneo que se va enfriando en su camino, volviéndose más viscoso y reduciendo su velocidad hasta "paso de tortuga". De esta manera la lava termina por enfriarse y forma una corteza que puede ser de dos tipos: de superficie áspera llamada "aa" o de superficie suave y rugosa llamada "pahoehoe".
Cuando aparecieron por primera vez las puntas de los volcanes galapagueños sobre la superficie marina (hace de unos tres a cinco millones de años) no había vida en ellos.
Los antepasados de cada especie de planta y animal debieron de llegar de alguna otra parte del planeta. Nunca sabremos cómo se produjo la colonización de una manera cierta, ya que esos hechos no dejaron registros, pero existen evidencias que nos permiten conjeturar lo que pudo haber sucedido.
Las islas oceánicas comienzan su existencia estériles.
Si nos detenemos a observar el tipo de animales o plantas que viven en las islas, tenemos que plantearnos la forma en que pudieron llegar allí.
Cualquier animal o planta considerado nativo de Galápagos debió de llegar a las islas de alguna manera. Si el organismo consiguió sobrevivir al largo viaje, necesitó encontrar otros individuos válidos para poder reproducirse en un medio desconocido y hostil.
Un rasgo distintivo que sitúa a Galápagos en una posición especial, es su posición geográfica. En la línea ecuatorial y bajo el sol tropical, pero a su vez bañadas durante gran parte del año por las frías aguas de las corrientes de Humboldt y Cromwell, Las islas Galápagos tienen una mezcla especial de ambientes tropicales y templados, que se refleja en la ecología de sus plantas y animales.
Roca pináculo (Isla Bartolomé)
Cruz (a la izquierda😅😅) junto a un león marino o lobo marino de Galápagos (Zalophus wollebaeki) .
Son los animales que más atraen la atención de los visitantes. Se ven casi humanos, curiosos y juguetones pero a veces muy agresivos.
Prueba de ello son las múltiples dentelladas que tenía en las piernas el guía de nuestro barco.
Cucuve de Galápagos (Nesomimus parvulus) Un ave endémica de Galápagos.
Ave terrestre del tamaño de un zorzal. Su canto estridente es muy característico de las zonas áridas.
Pelícano café o pelícano pardo de las Galápagos (Pelecanus occidentalis). Casi dos metros y medio de envergadura y tres kilos de peso, hacen que este ave aparente ser pesada y torpe en tierra. Todo lo contrario cuando captura su alimento mediante zambullidas a poca profundidad.
Ostrero
Garza de la lava (Butorides sundevalli). De todas las garzas que se pueden ver en las islas, es la que se ve más frecuentemente y la única endémica de la isla.
Los desperdicios son arrojados por la borda. Un grupo de pelícanos aguardan.
Un grupo de piqueros de patas azules.
En la mayoría de lagunas habita el patillo (lastima no haber sacado ninguno).
El ave que allí denominan patillo resulta ser el ánade gargantillo (Anas bahamensis), que curiosamente he podido ver hace un par de semanas un ejemplar por el Páramo Leones, y que por supuesto en aquellos tiempo no tenía ni idea de su existencia.
Piqueros.
Los piqueros son aves de gran tamaño pertenecientes a la familia Sulidae (alcatraces)
Son las aves más comunes en Galápagos. Tres especies de piqueros; piqueros de patas azules, piquero blanco o enmascarado y piquero de patas rojas.
Su largo pico puntiagudo le ha dada nombre.
Totalmente ajenos a las personas colocan sus nidos donde les place. El ejemplar de la foto tenía su nido en medio del camino, lo que obligaba a todos a rodearlo. Nuestro grupo lo hizo y al momento paramos a ver algo. Yo era el último y paré relativamente cerca del nido. Sentí una punzada en la parte inferior de los gemelos y veo como el piquero vuelve a su nido. El pajarito me hizo un estupendo siete.
Tortuga gigante (Geochelone elephantopus).
Estos enormes reptiles, rodeados de lava negra, de arbustos sin hojas y grandes cactos, me daban la impresión de ser como animales antediluvianos.
(Darwin 1845)
Desde su descubrimiento estas islas se hicieron famosas por sus tortugas gigantes, que continúan siendo el mayor reclamo de las islas.
Pueden alcanzar los 250 kilos de peso. Con ese tamaño y una movilidad tan reducida, es normal que se las cazara sin miramientos.
Garza de la lava en posición de cazar.
No hay nada más radiante, entre la monotonía de los pardos de la lava y de los verdes de los bosques, que el pájaro brujo. El macho de pájaro brujo (Pyrocephalus rubinus) tiene una corona y parte ventral de color rojo intenso que contrasta con el negro del dorso, cola y franja del ojo. La hembra resulta de un color mas apagado, así como los juveniles.
En Galápagos se encuentra en las tierras altas. Para ello realizados una pequeña ruta por un sendero que atraviesa un espeso bosque hasta un mirador, donde aguardamos a que aparezca el pájaro brujo.
Esperando a ver el pájaro brujo.
El pájaro brujo acude a su pase de la tarde y podemos contemplarte mientras busca insectos con los que alimentarse.
Pienso como sería ese viaje con alguna de nuestras cámaras actuales de gran zoom.
Se podría pensar en un paisaje de la sabana.
Cruz en una colonia de piqueros de patas azules.
Las fragatas suelen acompañar a los barcos.
Las rocas de la costa estaban llenas de enormes lagartos negros, entre tres y cuatro pies de largo. Es una criatura horrenda, de color negro sucio, estúpida y de movimientos muy lentos.
(Darwin 1845)
No hay nada más característico de los negros y torturados litorales de Galápagos que la iguana marina(Amblyrhinchus cristatus).
La iguana marina se alimenta casi exclusivamente de algas. Su capacidad de buceo es impresionante, con permanencias dentro del agua de entre cinco y diez minutos.
Con respecto a la colonización de la isla, toman gran preponderancia las iguanas con respecto a todo tipo de mamíferos y ningún anfibio. Estos reptiles poseen una piel relativamente impermeable al agua y necesitan muy poca para sobrevivir. Con esas características, bien podrían haber realizado viajes de colonización de la isla, desde el continente en balsas de flotación (balsas formadas por ramas y troncos entrelazados y con capacidad para flotar).
Lagartija de la lava.
No conocía un ave tan hermosa como el albatros.
Las habíamos visto levantando el vuelo en el canal de Beagle, en Tierra del Fuego. Su envergadura de casi tres metros y su gran pico, hizo que resultara un ave imponente.
En Galápagos tuvimos la suerte de poder verlas a escasa distancia, en un alto a orillas de un gran acantilado que utilizaban para emprender el vuelo.
El albatros de Galápagos es endémica de esta isla, y el único de las trece especies de albatros que habita dentro de los trópicos, ya que los otros viven en los mares del sur.
Piquero blanco o enmascarado. El segundo de los alcatraces que pudimos ver. (el tercer tipo, el piquero de patas rojas resulta ser el más abundante de la isla, pero paradojicamente será el que no veamos ya que solo se encuentra en la periferia del archipielago)
Su pico anaranjado y su antifaz destaca con la blancura de su plumaje.
Esta vez trato de no meterme en su territorio.
Con su cría muerta.
Como sus hermanos de la especie marina, las iguanas terrestres son animales feos; la parte del vientre de color naranja amarillento y el dorso de un color parduzco; desde su ángulo facial bajo tienen una apariencia particularmente estúpida.
(Darwin 1845)
Las iguanas terrestres te las puedes encontrar en cualquier rincón de la isla. No se inmutan ante la presencia de los humanos.
Un nuevo desembarco. Esta vez en busca de un ave de alargada cola, a menudo tan larga como su cuerpo.
El pájaro tropical o rabijunco etéreo (Phaethon aethereus) es un ave marina que pone sus nidos en las grietas de los acantilados.
De vuelo vigoroso, se alimenta en mar abierto, destaca su pico rojo coral y las plumas blancas que cubren su cuerpo haciendo que sea inconfundible.
Gaviota de cola bifurcada.
Buscamos entro las grietas del acantilado, hasta que alguien grita: tropicbirds
Nuestro periplo por las islas Galápagos va llegando a su fin.
El grupo de nuestro barquito
Gaviota de la Lava
Caminar por una colonia de fragatas o rabihorcados cuando los machos hinchan sus membranas rojas para atraer la atención de las hembras es una experiencia alucinante.
Las Galápagos cuentan con dos tipos de fragatas; la fragata común (Fregata minor) y la fragata real (Fregata magnificens).
Un ave inconfundible por su gran tamaño, color negro, alas largas, pico grande y ganchudo y por la gran colo bifurcada.
Conocidas por su conducta pirata con otras, hemos podido disfrutar de su majestuoso vuelo junto a nuestro barco.
Hembra.
Finalizado nuestro viaje por Galápagos, volvemos a Guayaquil y a Quito, donde nos reunimos con una parte de nuestro grupo y recogemos nuestras petates montañeros.
Cruz, Cristina, David y la familia dueña de la casa donde parábamos.
Cuando regresé al hotel de ecuador en la noche después de un largo día. Era el mejor dia de mi vida. Cuando llegué, encontré un taxi, que me tomó a Reserva El Chato. La principal atracción en la isla es las tortugas de Galápagos, así que tuve que buscarlas. Después de montando en bicicleta por un tiempo, encontré las tortugas y muchas personas observandolos.
ResponderEliminarFuente: galapagos island luxury cruise