Torre del Llambrión

 29/08/1990

Miro al que se apoya en el vértice geodésico de la Torre del Llambrión y no lo reconozco.

Si me apuras, recuerdo las botas que calza, unas Dachstein que compré en Zaragoza (de aquella vivíamos en Soria) que me costaron un pastón, e incluso la mochila que aunque solo se ven las hombreras, se que era un saco de la marca Altus de 30 litros.

Pero ese pelo y esa barba..... de eso ya no recuerdo nada.

El confinamiento perimetral me permite gastar tiempo en escanear y retocar las viejas diapositivas que van cogiendo polvo en sus cajas y que al brotar de nuevo en forma de ceros y unos me llevan a aquellos años que vivíamos en Soria y solíamos quedar en León con Manolo para hacer algunas rutas por el monte.

Como este día que muestran las diapos, una jornada larga de verano, cuyo amanecer nos sorprendía por el puerto de Pandetrave, camino del Cabén de Remoña.

Sin GPS que te guiara los pasos, solo con las pocas indicaciones que nos había dado el Alebro (un amigo) la tarde anterior en el Cafetín y el apoyo del mapa de la Editorial Alpina.

Por qué el Llambrión? 

Porque era la más alta. 

Canal de Pedabejo, Vega de Liordes (que como ya la conocíamos, ni siquiera sacamos la cámara de la mochila para hacer una foto), las Colladinas, Refugio de Collado Jermoso, Tiro Callejo y cima.

Fotos de cima (con las diapos éramos comedidos, pero en la cima bien podías hacer un gasto extra) y un vistazo al mapilla donde vemos un sendero que marcaba hacia Cabaña Verónica. Y para allá que nos vamos, con la decisión de los ignorantes, bajando por una estrecha canal, cruzando jous y subiendo collados hasta dar de bruces con el refugio de Cabaña Verónica donde Mariano nos indicaría el camino hacia Vega de Liordes a través de Tiro Casares.

No todo iba a salir bien, para llegar hasta la vega fue preciso algún destrepe algo guarro, pero con los pies en tierra (o mejor en hierva) el susto pasó rápido.

Treinta años son muchos, los mismos que tenía en la imagen que ya voy haciendo mía. El pelo se ha ido al igual que Manolo (no de la vida) y han pasado tantas navidades blancas, como blanca se ha vuelto mi barba, pero la ilusión por buscar ese instante que te hace vibrar cuando alcanzas la cima, esa fuerza parece que se resiste a desprenderse de mi piel o a tornarse nieve.



















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