7/11/2018
Las lluvias de estos últimos días han precipitado la otoñada.
En fechas anteriores caminamos por hayedos con claros matices otoñales, pero en ninguno conseguimos disfrutar del esplendor del otoño. Sus hojas habían cambiado, los verdes desaparecieron para dejar en su lugar una gran variedad de ocres. Aún así, las hojas carecían de ese brillo que se consigue con las primeras lluvias.
Hoy camino por una alfombra multicolor resplandeciente. Los árboles han perdido gran parte de sus hojas, pero aún conservan las suficientes -sobre todo en las partes bajas del bosque- como para poder disfrutar de un recorrido otoñal.
Con un pronóstico aceptable para las horas centrales del miércoles, me decanto por una salida de mañana por el cercano hayedo del valle del Fito, situado en la cara norte del Cueto Ancino.
La lluvia me acompaña durante todo el trayecto hasta las Hoces de Valdeteja donde tomo el desvío hacia las Majadas del Caserío. Aparco sin apagar el motor, ya que no se si bajarme o seguir ruta hasta algún pueblo donde pueda tomarme un café y esperar a que pare de llover. Pero de repente, por arte de magia, la lluvia cesa y comienzan a abrirse los claros pronosticados.
Camino paralelo a las construcciones que conforman las Majadas del Caserío. En su calle mora el silencio. Ningún atisbo de vida; ni perros, ni ningún mirlo cruzando el camino. El silencio solo es roto por el paso de algún coche por la cercana carretera.
Entro en el hayedo, con la silueta del Cueto Ancino presidiendo desde la altura, siguiendo el curso del arroyo del Fito. El camino se revuelve buscando la ladera y me introduce en un túnel de vegetación. Los amarillos se descuelgan por las ramas y los ocres refulgen en el suelo por efecto de la humedad.
El otoño me despierta, me hacer sentir vivo dentro de este bosque que irradia vigor y drama.
Algún desvío a la derecha (por el que luego volveré) y otros a la izquierda, van quedando atrás mientras avanzo hacia Los Mallaones, un claro donde el camino que llevo se desdibuja y una fuente arruinada sirve de referencia para saber el punto donde el camino se vuelve sendero y busca los mejores pasos para cruzar los escobales y encaminarse hacia arista que forma el Cueto Ancino con el collado del Fito.
El Ancino aparece soberbio desde nuestra posición, como una pirámide perfecta sobresaliendo del bosque. Y más espectacular es su vista desde la cima del Alto de Campayagua al cual me dirijo.
CIMA!!!! El punto de inflexión donde alcanzas el objetivo y desciendes. Pero hoy no es así. Hoy es el punto desde donde alcanzaré la parte superior del hayedo para continuar por un sendero imperceptible que me conduce hacia los grandes ejemplares de tejo que atesora este bosque.
Localizo los primeros y continuo ladeando en busca de otros que encuentro al momento. Así, hasta situarme en el extremo de la ladera donde desaparece el bosque. En ese punto volteo sobre mis pasos y afronto con decisión la bajada hasta dar con la pista que me devolverá al punto de inicio.
Mediodía, las Majadas del Caserío son ahora un hervidero de actividad. Algunos vecinos se afanan con azadas y picos en mantener limpios los desaguaderos que las últimas lluvias ha cegado. En mi caso solo resta cambiar las botas por las zapatillas y regresar a casa a comer.
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Majadas del Caserío
Inicio del sendero, la pirámide del Cueto Ancino
Arroyo del Fito.
De nuevo el Cueto Ancino.
Su vecina. la Peña Verde.
Algún tejo junto al camino.
Salgo del bosque, en el claro de los Mallaones. Al otro lado del río Curueño las cimas de Sopeñallana y Cueto de la Pila que los vecinos de Valdeteja llaman la Peña el Pueblo.
Cueto la Pila.
Panorámica desde Peña Verde al Cueto la Pila.
Cueto Ancino.
Peña Verde.
Avedular.
Abriendo ánculo. Desde las praderas de los Mallaones tenemos de izquierda a derecha; Cueto Ancino, Peña Verde, la Peña el Pueblo y el Bodón.
En la cima del Alto de Campayagua. El Cueto Ancino, Peña Valdorria y al fondo la cima doble de Peña Galicia.
Buscando tejos por el hayedo.
Arroyo del Fito y las majadas del Caserío.
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