8/01/2018
Conocí la obra de Willian Henry Jackson una tarde de invierno cuando formando parte del tejido productivo de este país, mi empresa decidió enviarme varios días a Madrid a unos cursillos.
No fue algo programado, fue fruto de la casualidad, que paseando me acercara hasta el edificio donde se exponían algunas de las fotografías de este pintor, dibujante, explorador y fotógrafo estadounidense, que reflejó en sus fotos temas del oeste del país: indios americanos, trabajadores del ferrocarril y paisajes naturales.
A finales del siglo XIX Willian Henry Jackson, recorrió las tierras del oeste americano con sus pesadas cámaras que debían ser recubiertas, expuestas y desarrolladas in situ, antes de secar la emulsión de colodión húmedo. Sin equipo de medición de luz, los tiempos de exposición requerían conjeturas para determinar el tiempo necesario, entre cinco segundos y veinte minutos dependiendo de las condiciones de luz.
Una técnica laboriosa e imprecisa, que en manos de Willian, dejó un trabajo exquisito sobre la vida y paisaje de la zona.
Cuando observe sus fotos en blanco y negro, me di cuenta que no era necesaria una película en color, para que una imagen tuviera la fuerza necesaria para dejarme impactado.
Con el tiempo he podido ver colecciones de otros autores con mayor calidad, con técnicas más refinadas y con composiciones más acordes a nuestra manera de ver el mundo, pero las viejas fotos de Willian Henry Jackson fueron el principio del mundo monocolor que trasmite perfectamente
y con suficiente fuerza, la realidad de cualquier paisaje.
Con las cámaras de carrete era complicado y caro experimentar. Con la primera cámara digital (la Konica-Minolta Dimage A2) realicé los primeros conatos en B&W seleccionando en cada toma si quería hacerla en blanco y negro o en color. Hoy el Photoshop me permite quitar el color (al tiempo que mejorar la foto) con solo un clic.
Pero lo que Willian nunca haría es tomar fotos al paso (o tal vez sí), sin buscar la mejor posición, la hora más oportuna de luz o hacer la foto desde una posición inestable.
Hoy me acerco al valle del Panazal con idea de encaramarme a una cima que aparece en el medio del valle como un portentoso faro, pero que a su vez resulta una de las cimas más desconocidas.
La nevada de los últimos días ha sido escasa y la anterior desapareció bajo la lluvia. Aún así decido cargar con las raquetas en previsión que que una vez adentrado en el valle, la capa de nieve sea más abundante.
Desde Villafeliz de Babia parto por la calle del Puerto y voy remontando el camino que sin descanso me lleva a este inmenso valle de altura. Cuando entro en él, la niebla se despeja y me permite ver su grandiosidad. Solo es cuestión de recorrer el valle hasta su cabecera para encontrarme con la Peña la Cueva.
El problema es saber por donde le puedo entrar a su cima, ya que desde la vertiente que se muestra al valle por el que avanzo, los paredones no permiten el acceso. Al final, cuando ya me encuentro próximo a su base decido atacarla por la izquierda y por su espalda, esperando encontrar una arista más tendida, sabiendo que en caso de no poder acceder siempre podré consolarme con un recorrido hasta la Casa Mieres.
Alcanzo un collado (Campolamoso), sorteo un bosquete de matorral y accedo a una arista rocosa que me lleva hasta lo que creo es la cima de Peña la Cueva. En su altura, veo como la arista se extiende hacia un collado de donde surge con fuerza un monolito rocoso. A simple vista, la cima donde me encuentro, bien podría se la mayor, pero en caso contrario, alcanzar la otra podría resultar una tarea muy ardua, tal vez imposible para mi.
Pero desde mi atalaya (donde apenas entra los pies) las vistas se desparraman por unas Ubiñas que permanecen veladas por las nubes que han ido cubriendo el cielo mientras ascendía, mientras que al otro lado, la arista del macizo del Cirbanal resplandece con la nieve y el valle del Panazal se pierde en la lejanía.
En el descenso la nieve hace acto de presencia. Vuelvo siguiendo mis huellas, recorriendo de nuevo el Panazal que hoy viste tinte de misterios en blanco y negro.
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Villafeliz de Babia.
Refugio a la entrada del valle.
A punto de entrar en el valle, la niebla comienza a despejarse.
Destacándose la pirámide de La Lastrona.
Vista atrás.Al fondo las montañas cercanas a Riolago, el Alto de la Cañada.
Valle del Panazal. Al fondo destacando la Peña la Cueva.
Con más detalle Peña la Cueva.
El espino albar del Pañazal.
He pasado por este valle unas cuantas veces, andando, con raquetas y en bici, pero tengo un especial recuerdo de la primera; aquella que subimos con un Martín pequeño en la mochila portaniños. Después de la subida, cuando accedemos al valle y vemos que solo hay un árbol que de sombra!!!!!
A la izquierda los contrafuertes de la Sierra de los Grajos, en el centro Peña la Cueva y a la derecha las laderas de la Peña el Castro.
Un faro en el valle.
Hacia atrás.
Alto de la Cañada
Peña la Cueva y el Pico las Rozas.
Finalizado el Panazal un sendero remonta el por la izquierda hacia una nueva vega: Campolamoso.
Entrada a la Vega de Campolamoso y al frente el Negrón de la Cubilla.
Ya en la vega con la Peña la Cueva a nuestra izquierda.
Una vista más completa de la Peña la Cueva.
Collado Campolamoso
Pico las Rozas y las cimas del macizo del Cirbanal
A punto de alcanzar la cima.
Ya en la cima.
Una vez en casa, en el plano del Iberpix veo que la Peña la Cueva tiene dos cimas (1675 y 1665) unidas por la arista rocosa que se ve. La cima norte, en la que me encuentro, es la de 1665 mts.
Otra nueva vista hacia el Cirbanal.
De vuelta, siguiendo mis pisadas.
Los picos Chicherinos.
Por esa empinada canal descendimos una tarde, cuando aún pertenecía al segmento productivo de este país, y no podía salir cualquier día de mañana.😃😃😃
Arroyo del Puerto.
Enhorabuena por dedicar tu tiempo a recorrer montañas y muchas gracias por enseñárnoslas con tanta belleza y detalle a lectores como yo, que aún estamos en el segmento productivo de este país.
ResponderEliminarSaludos, Jorge
En estos tiempo, hay que darte la enhorabuena por pertenecer al segmento productivo.
EliminarGracias por el comentario.
Un saludo Jorge.