6/09/2017
Albergo la posibilidad de encontrarme con el oso. Más, cuando mientras me calzo las botas, un vecino de Cuevas del Sil me pregunta si voy hacia la Seita, y después de contestarle afirmativamente, me dice: "pues ten cuidado a ver si te tropiezas con el oso".
Un oso que hace unos días se llevo un cordero (que el dueño iba a vender precisamente al vecino con el que estoy hablando) y del que encontraron solo las patas traseras.
Diseño una ruta con ascenso al Miro Rabón. Una cima totalmente desconocida para mi, pero que me sirve como nexo de unión entre los dos valles que pretendo recorrer. Valles que contienen densos bosques atlánticos, que difícilmente podríamos pensar que aún existan. Y dentro de ellos, situados estratégicamente las brañas de la Seita y Zarameo en el primero y la Brañina en el segundo.
En la Cordillera reciben el nombre de brañas los pastos de altura que son aprovechados por el ganado. En muchas de esas brañas los pastores edificaban pequeñas cabañas donde se refugiaban en los periodos que subían a cuidar el ganado.
La disminución de la cabaña ganadera ha llevado al empobrecimiento de los pastos de altura, donde las escobas van ganando posición ante la falta de pezuña y una pequeña hoz que la corte a tiempo.
Las edificaciones pastoriles han sufrido un reciclaje, orientado hacia un uso de vacacional y de fin de semana, como es el caso de las brañas de la Seita y Zarameo, mientras que otras (aquellas que no han dispuesto de infraestructuras en forma de pistas que acerquen las distancias) se pierden sus restos en el olvido, como es el caso de la Brañina.
Aparco el coche junto a la iglesia de Cuevas del Sil y continuo caminando por la carretera hasta la entrada de Mataotero, donde nace a mano derecha la pista que asciende a las brañas de la Seita y Zarameo. Cruzo por un puente el Sil. Iglesia de Cuevas del Sil
Mataotero
Entre prados me meto de lleno en el bosque.
La pista sube con ganas, al igual que un par de vecinos en su paseo mañanero que me adelantan con ímpetu.
Aún no llegan a estos valles los cerramientos tipo somier y podemos disfrutar de obras artesanales.
Algo más de tres kilómetros y entro en la braña de la Seita.
Un grupo de construcciones en perfecto estado.
Hoy reconstruidas y reconvertidas para el ocio y tiempo libre. Pero los rasgos diferenciadores de las construcciones pastoriles, que los lacianiegos llaman “cabanas”, se mantienen con sus características primigenias: pequeños edificios de una planta, muros de piedra y cubierta de pizarra”techaos” o bien de paja “teito” (en estas brañas no he visto ninguna de cubierta de paja).
Junto a la fuente la "ollera", la pequeña construcción destinada a guardar la leche en un lugar fresco hasta su bajada al pueblo.
Salgo de la Seita
Y entro en el bosque del Reventón. Un impresionante bosque atlántico formado por abedules, robles, servales, acebos y tejos.
Sigo el camino, entre el bosque, hasta que me encuentro un tejo a la izquierda del camino (es el que se ve en la siguiente foto). A mi derecha hay una baliza que muestra los zarpazos del oso, y un sendero que se encarama en la ladera derecha con verticalidad.
Dani de "Rutinas Varias" me recomendó que subiera por ese atajo, para que disfrutara de las maravillas que hay en el bosque del Reventón. Sin lugar a dudas, la recomendación valió la pena.
Algunos ejemplares de tejo.
Un magnifico ejemplar de roble.
Más tejos
Voy saliendo del bosque hacia unas brañas que dan vistas hacia la branña de la Seita
Braña la Seita
Braña Zalameo, el bosque de Reventón y el estrecho valle por donde he ascendido
En mejor estado que la braña de la Seita.Esta braña corresponde su propiedad y el disfrute de sus pastos a Matalavilla y no a Cuevas o Palacios como se podría pensar por cercanía.
Algunas vacas, algunos caballos y tres mastines que salen a saludarme nada más que me ven.
De nuevo junto a la fuente encontramos las "olleras"
Alcanzo la arista para recorrer por ella la Sierra del Couto.
El Valdeiglesias con su característica fisonomía de su cara norte. Mucho más al fondo (a la izquierda) vemos la cima del Catoute como una aleta de tiburón.
Al paso por la sierra descubro nuevas brañas.
Lo que resta hasta el Miro Rabón.
El Miro Rabón es la cima cubierta de verde claro. La del fondo es la del Nevadín.
Vertiente norte del Miro Rabón.
Bajo la cruz del Miro Rabón podemos distinguir las ruinas de la braña de la Brañina, el valle por donde descenderé a Rabanal de Abajo y la ciudad de Villablino.
La Brañina a golpe de zoom.
Linea de cumbres de Ubiñas.
A lado contrario el pequeño macizo del Miro de Valdeprado que pude recorrer la semana anterior.
Una nueva braña, con restos de corrales.
La Brañina.
Solo las vacas se mueven entre los restos de sus "cabanas". El abandono estará motivado por la ausencia de una pista que ayude a sus propietarios a subir el material para poder reconstruirlas.
Un sendero estrecho entre un bosque donde el abedul es el mayor protagonista.
Al final del recorrido, el camino se encuentra con el arroyo y con los restos de varios molinos.
Poca harina pueden moler ya.
Rabanal de Abajo. Aún es preciso recorrer por carretera casi siete kilómetros. Por ello, he tenido la precaución de dejar una bici que me ayude a recorrer de una forma más dinámica esa distancia.
-Qué, viste el oso?
-Que va!!! con estos calores seguro que esta durmiendo!!!
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