24/98/2021
Al ver la primera foto me ha venido a la cabeza la frase:
La vieja expresión que solía decirnos Vicente cuando comenzábamos una nueva excursión.
Un grito de guerra sacado de una serie de dibujos animados que todos conocíamos de cuando éramos pequeños (Los autos locos de Hanna-Barbera) y que en boca de Vicente servía de pistoletazo de salida.
El Vicente, el Alebro (José), el Ricardo, el Gitanazo (Santiago) y el Gominolo (del que ya no recuerdo su nombre), viejos amigos con los que compartí las primeras salidas por el monte y de los cuales ya solo queda el recuerdo.
Hemos madrugado para disponer de tiempo suficiente para desviarnos hasta Torre de Babia, donde hemos dejado ancladas a un poste nuestras bicis y llegar a La Cueta con tiempo, para alcanzar altura antes de que comience a calentar el sol.
El valle por el que corre el joven Sil se hace largo. No así el tramo desde la majada de la Covalancha hasta el collado entre las cimas de los Picos de la Mortera y el Pico Cuetalvo.
Del Pico Cuetalvo deducimos su nombre (Cueto-Blanco) cuando lo vemos destacar como una pirámide blanquecina desde la cima de Peña Orniz.
Su cima nos brinda unas excelentes vistas de la zona, y de las montañas vecinas, pero sobre todo del paraje lunar de Las Morteras.
Continuamos hacia Peña Orniz, por una arista que se deja caminar perfectamente y por la cual en menos de una hora nos aupamos en la cima.
Posiblemente Peña Orniz esté situada en el centro de las montañas de Babia, desde donde tenemos una visión completísima de todos los valles y de la gran mayoría de las cimas que componen esta tierra. Pero desde este faro, girando en redondo sobre nuestros pies, hemos visto una gran extensión, donde las cimas de caliza refulgen como espejos y los valles, ya agostados por las fechas, se desparraman al igual que lo harían los glaciares que los formaron, dando al conjunto la belleza típica de los grandes espacios.
Pero en todo este conjunto, por más que esforcemos la mirada, por más que busquemos con el zoom de la cámara, no conseguimos ver un árbol.
Porque ya sabes: en Babia no hay árboles.
Seguimos, descendiendo hacia el collado que la separa los valles de Congosto y el de Cebolledo, para afrontar la ultima rampa antes de alcanzar la cima de la Cervata.
Otra cima con amplias vistas, pero sobre todo una cima que mira al Montihuero y a los brutales desplomes de su cara noreste.
Por los Lanos del Tremedal ya había pasado y sabía de ese pequeño valle encerado entre la Cervata y la Peña del Congosto.
Un pequeño sedo nos deposita en la laguna Recoleta (igual de verde y de colmatada que la laguna de Las Verdes) y una seca y polvorienta pista nos conduce hasta Torre de Babia acompañados por el arroyo Torre.
Hay que cerrar el círculo y nuestras bicis (que hemos dejado por la mañana) nos ayudan a recorrer los algo más de 18 kilómetros que separan Torre de La Cueta, con más de un resoplido cuando en el último tramo, entre Vega de los Viejos y La Cueta tengamos que superar las duras rampas que culebrean hasta alcanzar el aparcamiento a la entrada del pueblo.
Magníficas fotografías.
ResponderEliminarGracias.
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