Mareando la perdiz: Pileñes

Buzón de cumbres de la cima de peña Pileñes.

Ermita de Arcenorio, con la Pileñes al fondo.

7/01/2017
-El mundo es enorme (argüí desde la cima de Pileñes)
-Mira todas las cosas que caben en él.
-Y sin embargo nosotros, dentro de este mundo, no significamos nada. Somos una mierda.

Como todas las mierdas de caballo que he ido encontrando por el valle de Carcedo, camino de la cima de peña Pileñes.

Los diez bajo cero que encontré en la Uña cuando aparqué el coche, me espolearon para moverme.

El día se despeja del sueño y comienza iluminando las cimas aledañas de los Mampodres.

Mi camino va por pista. Hacia la Majada de los Campos de María. La hierva aparece quemada por la helada (el hielo quema). El río Carcedo da nombre al valle. Lo remonto hasta el collado Mascaredo y entro en los puertos de la Fonfría.

Y durante ese tiempo, el sol ha deshelado las hierbas y las praderas de la Fonfría refulgen a mi paso, cerrando encuadre con la mastodóntica cima de peña Ten.

No entro correctamente en la canal del Focicu y juego con las canales al sube y baja, hasta que consigo enderezar el error.

Arcenorio tiene el encanto de los lugares cargados con un cierto misterio. Su valle aún permanece en sombra y lo notaré mientras lo remonto.

Pileñes se resiste. La ladera por la que asciendo es pindia y se hace pesada y larga.

Y por fin la cumbre. Las vistas majestuosas me llevan hoy a pensar sobre la fragilidad de la vida, ese endeble barquito amenazado de naufragio entre las olas del tiempo (durante el ascenso mi móvil ha recibido un whatsapp en el que Javi me decía que su padre había fallecido mientras dormía).

Corro hacia el collado del Cardal, corro por el valle del arroyo de la Castellana y corro por Valcosín hacia la Uña. En León me espera mi amigo.