15/09/2018
Apoyado en la trasera del coche, mientras cambio las botas por las zapatillas, veo como se acerca un padre con su hijo de la mano. El niño, de unos tres años, apunta a gordito siguiendo la estela de su padre, el cual su obesidad le obliga a balancear el cuerpo para conseguir el avance. Y en el instante que se encuentra frente a mí, me espeta:
-Qué se ve desde ese alto, donde sube la gente?
El alto en cuestión es el collado del Sestil, la puerta de acceso hacia la cima del Valdecebollas desde el refugio del Golobar, donde ahora nos encontramos.
Qué se ve? Los Picos, la cuerda de Peña Labra con el Tres Mares, el Curavacas y si te llegas hasta la misma cima del Valdecebollas el Espigüete y toda la sierra del Brezo. Aparte de infinidad de valles y pequeñas cimas, que junto al embalse de Aguilar forman un conjunto magestuoso.
El hombre, sin mediar palabra, se gira y retorna a su movimiento peculiar para dirigirse a su coche donde le aguarda su mujer, la cual le hace la misma pregunta y a lo que él responde: lo de siempre, más montañas.
Hoy hemos madrugado para recorrer los casi 200 kilómetros que tenemos hasta el abandonado y desvencijado refugio del el Golobar, en tierras de Aguilar de Campoo y bajo las altas cimas de la sierra de Cebolera y la cuerda de la Sierra Labra.
Venimos con intención de caminar sus extensas mesetas, donde Martín y Alberto intentan localizar algún ejemplar de chorlito carambolo a su paso hacia los cuarteles de invierno, y de paso, Cruz y yo, a descubrir esos lugares donde sube la gente para ver algunas de las montañas emblemáticas de la Montaña Palentina como son el Curavacas o el Espigüete.
La familia de gorditos se ha ido. No se decidió por el camino que arranca desde la explanada donde se encuentra el refugio del Golobar, y sin miramiento asciende con pendiente pronunciada hacia el collado del Sestil.
Sin tregua ni descanso superamos los casi trescientos metros de desnivel. Desde el collado amplias vistas hacia los Picos de Europa y el grupo de Peña Labra y Tres Mares. Algo más a la izquierda el Curavacas, con su característico color negruzco.
La cima del Valdecebollas nos oculta la visión del Espi y de la sierra de Brezo, pero las tendremos delante en breve, ya que lo que resta a la cima es un sendero trazado casi en horizontal hasta las inmediaciones donde hacemos el último esfuerzo para ganar la cumbre.
Cima del Valdecebollas, el pescado está vendido. Planteamos acercarnos al Cueto de los Comunales, donde Alberto nos indica que hay restos de antiguas trincheras de la Guerra Civil y da buenas vistas hacia el valle de Cervera de Pisuerga.
Otro día de monte, de luz, de caminata. Vagabundeando por las alturas en busca de nuevos parajes y por supuesto en busca de nuevas sensaciones.
El circo formado por la sierra de Cebollera (donde se encuentra el Valdecebollas) y la sierra de Peña Labra. Y donde aparece el destartalado refugio del el Golobar, la avanzadilla de lo que se proyecto como primera estación de esquí en la provincia de Palencia.
Hoy el Golobar sirve para que un pastor guarde sus ovejas.
Sin miramientos, el camino sube y sube sin tregua hasta el collado del Sestil.
Vista atrás
Muy próximos a alcanzar el collado.
Collado del Sestil y lo que resta para alcanzar la cumbre del Valdecebollas. Estos páramos de altura es lo que buscan Martín y Alberto, lugares donde los chorlitos carambolos pueden hacer un alto en su viaje hacia los cuarteles de invernada.
Una bruma con una tonalidad anaranjada vela nuestras vistas hacia los Picos de Europa y hacia el Curavacas. Algo más despejado esta la zona de la derecha donde se aprecia la cuerda entre peña Labra y el Tres Mares.
Embalse de Aguilar
Cima del Valdecebollas.
Nuestros amigos pajareros.
Posibles restos de trincheras en el Cueto Comunales.
De vuelta.
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