3/05/2017
Phil Collins llena el habitáculo de mi coche con sus notas armónicas, mientras de forma autómata recorro kilómetros por la autovía hacia Bembibre.
Entro en el Bierzo y veo cambios en el paisaje. Más profundos cuando me interno hacia Toreno, por una carretera que va perdiendo tamaño cuando paso por Páramo del Sil y se vuelve de un único carril cuando alcanzo Salentinos.
Al igual que los valles de Salientes, Fasgar o Colinas, el de Salentinos es un viejo valle de origen glaciar de gran longitud. Y al igual que estos, la carretera y el camino que he seguir hacia el Valdeiglesia, son largos y profundos, donde afloran principalmente bosque de abedules y extensas manchas de brezos.
El Valdeiglesia era una montaña desconocida para mi hasta este invierno, cuando ascendiendo el Nevadín, llegué al alto del Portillín y vi a lo lejos una cima, cuya norte presentaba un corte rocoso, que contrastaba con la redondez de las montañas que la rodeaban. La semana anterior volví a ver esa barrera rocosa durante la aproximación al Catoute.
Con 2.136 metros de altitud es la mayor altura del Bierzo y de la pequeña sierra que separa los valles de Salientes y Salentinos.
Cuando aparco y dejo atrás el pueblo, este aún permanece a la sombra. Una pista avanza por el valle, con balizas que señalan la ruta hacia la cumbre del Catoute.
La sigo hasta donde el valle se ensancha y el camino cruza el arroyo de la Tejera. En ese punto, junto a un refugio, la pista se bifurca. El camino hacia el Catoute continua por el centro del valle. Para ascender al Valdeiglesia, tomo la pista que sale a la izquierda, ganando altitud con rapidez y se mete en un pequeño circo. Allí la pista muere, siendo preciso alcanzar la arista sorteando escobas y brezales.
La arista es limpia. Un sendero recorre la dorsal de la sierra donde se asienta el Valdeiglesia. Pero antes será preciso alcanzar las cimas del Pico Lago y de Braña la Peña.
Desde esas alturas la visión se desparrama entre valles y altas montañas. A lo lejos los Ancares, Ubiñas y mucho más próximas el Nevadín, el Tambarón, el Catoute.
El pescado esta vendido, solo queda volver recorrer el largo valle hacia Salentinos. Y para acortar, decido descender directamente desde el collado que hay bajo el Valdeiglesia, fiándome que podre encontrar un terreno despejado por la riega por la que desciende un arroyo que nutre al de la Tejeda. Error; Nunca máis.
Salentinos final de carretera. Un pueblo estrecho y largo, cuyos vecinos aún duermen cuando recorro sus calles.
Construcciones típicas.
Cascada de las Tsábanas
Abedules. Estamos en el Bierzo, pero las plantas no entienden de territorios y al igual que en Omaña, los abedules se aferran a las laderas de estas montañas.
A la altura del refugio (fondo izquierda) la pista que asciende al Valdeiglesia, da un quiebro y sube hacia la arista.
De izquierda a derecha, Pico la Braña, Braña la Peña y Valdeiglesia.
Embalse de Matalavilla.
A mi espalda el valle por el que he ascendido y la pirámide del Catoute.
Pico la Braña
Sobre la cima del Braña la Peña tenemos una buena vista del Valdeiglesia.
Los cortados de Braña la Peña.
CIMA del Valdeiglesia.
Desciendo al collado y tengo vistas hacia el Nevadín y el Tambaron, o....
hacia el Catoute
Riega por la que desciendo (No recomendable)
De nuevo en el valle.
El país de los abedules. Un destino recomendable en otoño.
Estampas de Salentinos.
El Valdeiglesia al fondo, desde el embalse de Matalavilla
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