Bosque de secuoyas. (Cabezón de la Sal)
La historia de las secuoyas de Cabezón de la Sal comenzó a mediados de la década de los cuarenta del siglo pasado con la implantación de una política autárquica del régimen franquista, que trataba de evitar la dependencia con otros estados en cuanto a la obtención de materias primas.
Se buscaron especies de crecimiento rápido que pudieran adaptarse a los suelos y condiciones climáticas de nuestro país. Con esos postulados, gran parte de los montes, pastizales y zona de matorrales fueron plantados de eucaliptos, pinos y abetos.
En las proximidades de Cabezón de la Sal se decide plantar más de 800 Secuoyas sempervirens y algunos ejemplares de Pinus radiata que debido a su rápido crecimiento proporcionarían madera a las industrias de la zona. Las políticas cambiaron y las secuoyas y pinos de Cabezón nunca fueron taladas.
La explotación forestal se ha trasformado en una zona de recreo, donde podemos pasear y contemplar estos portentosos árboles de una altura media de 36 metros y perímetro de 1,6 metros.
Desde que conocimos la existencia de este nimibosque teníamos ganas de acercarnos a él. La distancia jugaba en su contra, por ello, hoy que pasamos por las cercanías de Cabezón, recordamos y localizamos su enclave en la carretera que une Cabezón con Comillas (CA-135) a la salida de Cabezón.
Al final de la tarde, cuando el sol ya ha perdido fuerza, nos permite fotografiar a estos colosos.
Un sendero se introduce entre los árboles. Es preciso recorrerlo con tranquilidad, ya que el bosque es pequeño, y al poco encontramos su final.
Las secuoyas se ven altas, con troncos muy rectos. Pero no pensemos encontrar ejemplares descomunales como los de la costa oeste de Estados Unidos, ya que esos, a parte de llevar más tiempo plantados, son secuoyas gigantes (Sequoiadendron giganteum).
El bosque de Secuoyas del Monte Cabezón fue declarado en 2003 Monumento Natural.
Sequoia sempervirens es un árbol muy robusto, de copa piramidal, que en condiciones naturales supera con facilidad los cincuenta metros alcanzando con frecuencia el centenar. El tronco es recto, muy grueso, de corteza oscura, esponjosa, profundamente fisurada, que puede alcanzar los cuarenta centímetros de espesor en los ejemplares viejos y se desprende en placas irregulares bajo las cuales aparecen otras nuevas de color rojizo. Las acículas, planas y de tono verde oscuro, se asemejan a las del tejo, y presentan como particularidad más notable dos bandas blanquecinas por el envés.
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