Cuiña


Hace veinte años, cuando vivíamos en Lugo, Ancares era el campo de juego donde se desarrollaba nuestra actividad. Hoy, después de más de 15 años, Ancares nos resulta un macizo totalmente desconocido.

No porque hayan cambiado las montañas de lugar, talado sus bosques o agregado infraestructuras. Más bien porque nuestras cabezas no llegaban a recordaba la grandiosidad de estas viejas montañas, la profundidad de sus valles y la frondosidad de sus bosques.

A pesar de ser verano (eso dice el calendario) el paisaje se muestra verde, y a pesar de salir tarde, una ligera capa de nubes nos permite realizar nuestro ascenso sin sofocos.

Desde el puerto de Ancares, por un sendero perfectamente marcado, partimos a eso de las cinco y media, en busca de la cima y de la luz cálida del atardecer.

En la cima viento y durante el descenso, la niebla entra por la ladera norte y nos envuelve, creando un ambiente fantástico.

Hay que volver a recorrer estas montañas.


Valle de Ancares desde el puerto.
El puerto de Ancares 1.669.metros


El Miravalles, otro grande del lugar.


El circo de la norte del Cuiña.

Las lagunas ya se encuentran a la sombra.

Rebeco.
Cima!!!



En el descenso aparece la niebla.







Peña los Machos (Alto de las Trincheras) y Peña Portilla (Alto de la Viesca)


Aún no ha salido el Sol cuando parto de Piedrasechas camino de Portilla de Luna.

Las ventanas de las casas bien cerradas, protegiendo los sueños de sus moradores de los tres graditos que están dejando al konico como un témpano.

Poco antes de pasar las últimas casas, me encuentro con un vecino madrugador, que aprovecha la mañana para acercarse a una finca con problemas de topillos. Este vecino, que hace una semana caminó por los altos de la Peña, me indicó el mejor camino para alcanzar la arista de la Peña los Machos (según vamos a Portilla, primer desvio a la derecha, hasta un primer prao rodeado de robles. Al frente, una traza de vacas conduce hasta otro prao más pequeño. Desde este, algún hito y una traza que remonta la fuerte pendiente en zigzag nos coloca casi en la cima).

Al principio de la Guerra Civil Española, el Estado Mayor Republicano se dio cuenta que con su ejército de milicianos (sin apenas formación militar) y a falta de mandos realmente competentes, le iba a resultar muy difícil frenar a los rebeldes en campo abierto. Por ello, creó un sistema defensivo de trincheras, parapetos y fortines en la primera línea de montes y montañas de la Cordillera Cantábrica, al igual que los franceses lo hicieron en su país a instancias de su ministro de la guerra André Maginot. Este conjunto defensivo se le denominó "La Maginot Cantábrica".


Al resguardo de esas peñas queda Piedrasechas.




Las primeras luces iluminan el grupo que forma las Peñas de Los Machos y Portilla.








Portilla de Luna.


Campos de gayuba, poco antes de alcanzar la primera cima.




Peña los Machos 1.807mts. Me gusta llamarla Alto de las Trinchera, un nombre que leí hace años.
Es una antecima de la Peña Portilla, con espléndidas vistas y con un fortín que ocupa toda la cima. Construido en piedra, sin utilizar argamasa, aún permanece en pie con sus galerías de pasillos y puestos de tiradores.


Sin hacer otra cosa que auscultar el silencio, me quedé un rato, como que si aguardara una revelación por ósmosis.








Alcanzar Peña Portilla desde esta cima es un paseo de apenas 15 minutos.



Peña Portilla 1.833mts.
Mejores vistas hacia el norte, hacia los Montes Tijera y el grupo de cimas del Cerro Pedroso, Feliciano, Palancos y Amargones.
En su alto restos de muros y refugios. La cumbre se encuentra señalada con un gran hito de piedras que lo hace muy visible desde la lejanía.




Continuo hacia las Vegas del Palomar. Para ello desciendo por la vertiente contraria por la que ascendí, salvando un pequeño muro vertical por una de las múltiples canales existentes.






Alcanzo el cerro denominado Corrales Viejos, lugar donde se encuentra un fortín.
De forma cuadrangular, levantado con piedra y argamasa. Sus esquinas se encuentran rematadas por cilindros, también de piedra, donde se situaban los puestos de tirador.








La cuerda caliza de los Montes Tijera.


Llego a las vegas.
Será porque este verano aún no elevó mucho la temperatura, pero las vegas conservan aún algo del verde intenso de la primavera.

Las recorro a lo largo, en compañia de algunas vacas que se espantan a mi paso y camino hacia el Collado del Fito, donde tomo la pista que en descenso me lleva a las majadas de Santas Martas.

Entro en los calderones y los recorro deprisa en busca del coche.



Relacionados

Cueto Salón

Calderones del Infierno

Pico Feliciano por Meleros